En septiembre de 2010, ya de vuelta en Santiago, seguía con la cabeza en Londres, por ejemplo en Russell Square, donde me comía el lunch. También pensaba que es mejor aquí el modo que tenemos de gestionar el no, aunque sea frustrante.
Estuve en Madrid, visitando la Capilla del Obispo. Me paré en la Fuente de Apolo en Recoletos. Me ponía a comparar, claro, con Londres. También estuve en la Real Academia de Bellas Artes de san Fernando.
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En octubre reflexionaba sobre que Jesús se presenta como un ladrón.
Me acordaba de una iglesia francesa de Londres.
Citaba un oráculo sobre escribir en el agua.
Sobre lo de "escribir en el agua", he releído el post y me ha recordado los últimos versos del Salmo 77, de compleja exégesis. El caminar de Dios sobre las aguas, sus pisadas ignotas, sus huellas... Él ha escrito, ciertamente, sobre las aguas y cuando viene al mundo como nuevo Moisés recrea estos versos caminando sobre las aguas ante los discípulos (Mt 14,22-33). Este episodio, sin el contexto del AT, se presta a una lectura banal (un signo más obrado por Cristo), pero leído a la luz de Sal 77 resulta verdaderamente sobrecogedor.
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