Como tenía poco tiempo en Madrid tuve que elegir: dejé de lado a Turner y los tapices de El Prado (al uno porque ya lo había visto mucho en Londres y a los otros porque quién -que no sea historiador del arte- se va a ir a ver unos tapices); y como castigo, unos días después me pusieron en los cuernos de la luna las dos exposiciones. Tonto que fui.
El caso es que preferí volver a la Academia de Bellas Artes de san Fernando.
Y mañana hablo de lo demas, pero me impresionó mucho la colección que tienen de Goya, pero mucho, mucho.
Estaban un grandioso autorretrato, la procesión de disciplinantes, el tribunal de la inquisición (basado en el libro de Llorente), el retrato de Munárriz (que lleva en la mano su traducción de la Retórica de Blair y tiene detrás muchos libros clásicos).
Pero sobre todo me fijé en El entierro de la sardina:
Me recordó a El señor de las moscas de Golding (no lo he leído, pero hay libros que se leen por ósmosis) y a las máscaras africanas que vi en el Museo británico: un fondo de maldad, lo demoniaco en ejercicio. Yo soy muy poco amante de lo carnavalesco (ni siquiera à la Bajtin) y quizá ahí sólo pueda ver eso: maldad. Pero qué bien representada por Goya sobre esa superficie de fiesta.
Luego había una serie de juegos de niños de la colección Santamarca que es una de las cosas más girardianas que he visto últimamente; no de lo mejor como pinturas, pero un ejercicio tremendo de la dominación por medio del juego.
Y también daba escalofríos el cuadro de la casa de locos (que recuerda, claro, al último de The rake´s progress de Hogarth en la casa de Soane de Londres).
Grandes emociones, en fin, gracias a Goya.
Coincido con lo del fondo demoníaco, a mí se me revela así también.
ResponderEliminarSoane's Museum, qué lugar tan fantástico. Recuerdo los Hogarts de allí y las cortinas amarillas de arriba.
¡La sala de las cortinas amarillas era un prodigio de elegancia!
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