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lunes, 27 de octubre de 2025

Campo de batalla de Graham Greene

Mi descubrimiento tardío de este grandísimo novelista me está dando enormes alegrías. He disfrutado especialmente de Brighton Rock, El final del affaire, El poder y la gloria, El revés de la trama y la última que leí, El americano tranquilo.

Ahora estoy saltando por otras: Campo de batalla es de las primeras novelas que publicó, de 1934, y se nota en algunas imperfecciones. A mí me costó sesenta páginas situarme, la trama no está del todo bien construida, hay demasiados personajes o no es fácil seguirlos, pero, con todo y con eso es una novela bien interesante, sobre todo en la mitad final, con muchos elementos distintivos de Greene: muy bien escrita, con gran capacidad narrativa, con la presencia del mal en el interior como rasgo particular, con algunas trazas de problemática religiosa.

Lo llamativo es la desesperación latente en todos los personajes, la falta de ideales, la determinación como marca distintiva de lo británico, pero sin objetivo sobre el que ejercerla, una culpa no concretada pero motor de buena parte de la acción.

lunes, 6 de octubre de 2025

El americano tranquilo de Graham Greene

Sigo leyendo novelas de Graham Greene. Es un grandísimo novelista, con una gran capacidad narrativa, hondura y tino en la creación de personajes y un estilo eficaz y preciso.

Esta novela se sitúa en el Vietnam en guerra bajo la dominación francesa. Es un poco como el chiste: hay un inglés, el protagonista y narrador, el "americano tranquilo" del título y hay franceses; al fondo quedan los vietnamitas.

Si me llamaran de Yale para dar un seminario sobre Vietnam (la verdad es que no sé por qué todavía no lo han hecho), elegiría esta novela, tan impresionante me ha parecido desde el punto de vista de la historia política: está la cuestión colonial, la superioridad que siente Occidente, que quiere imponer sus criterios, sobre todo el "americano tranquilo", que basa en sus lecturas de un gurú yanqui, un tal York Harding, sus maquinaciones políticas y al final terroristas. 

Está por otro lado la óptica del protagonista, despegada, sin criterios aunque sí con críticas: es otro inglés de esos que han huido de su país y que parece que solamente se mueve entre el cinismo, el hedonismo y la eficacia profesional, pero sin criterios morales de fondo. Sin embargo, busca un sentido para su vida en el amor a una vietnamita. 

Me ha impresionado el relato de la guerra con Francia de los años 50 y me parece que esta novela avisa de lo que pasó luego con la dominación estadounidense: es una novela profética. Lo doloroso es que todo es a costa de los vietnamitas inocentes. El personaje de Phuong, la mujer de la que está enamorado el inglés y de la que se enamora el americano, es impresionante, en su labilidad, en su pasividad, en su ser objeto más que sujeto. Es doloroso.

Entre la ingenuidad de resultados catastróficos del "americano tranquilo" y el nihilismo del inglés protagonista, el colonialismo que retrata sale con todos sus defectos en esta novela, publicada en 1955.

jueves, 22 de mayo de 2025

Nuestro hombre en La Habana de Graham Greene

Nuestro hombre en La Habana gira, como El factor humano, en torno al espionaje, en este caso en la Cuba que está a punto de caer en el castrismo. La Habana es una ciudad vibrante y a la vez destino del peor de los turismos, en un ambiente de podredumbre moral: es como la que sale en El Padrino.

El centro de la trama  es un vendedor de aspiradoras que no aspira (perdón por el chiste) a nada, pero queda enredado en el mundo del espionaje. Todo lo que se muestra es la falsedad y el ir de farol que Greene ve asociado a esos supuestos grandes niveles de "inteligencia" que se relacionan con ese mundo subterráneo donde nada es lo que parece.

Es una novela bien escrita, como de Graham Greene, pero la titula con el añadido de "Un divertimento" y es de tono menor, también como El factor humano. Ambas son reflexiones amargas sobre el cartón piedra que tapa los supuestos ideales. Es muy postmoderno Greene en estas dos novelas y a la vez muy platónico, exponiendo la noble mentira en la que se funda el tenderete, en este caso de las relaciones de espionaje internacionales. Es también como El décimo hombre, la pregunta por la mentira vital y el seguir con el juego en una situación que se pone cada vez más complicada.

martes, 13 de mayo de 2025

El décimo hombre de Graham Greene

Sigo leyendo a Greene, en este caso una novela corta, El décimo hombre, situada en la Francia ocupada de y tras la segunda Guerra Mundial.

Es un texto que Greene había escrito en los años 40 y recuperó y publicó en 1985. Es como El tercer hombre en el juego entre verdad y mentira, la lucha por el amor de una mujer, las distintas capas que nos ponemos, que hacen tan difícil saber quién es aquí el bueno y quién el malo, o si todos somos víctimas. Hay una teodicea compleja de fondo, que no me atrevo a dilucidar.

Otra vez es muy eficaz escribiendo Greene. Es un gran novelista: qué economía, qué eficacia, que arte para plantear conflictos dramáticos.

lunes, 17 de febrero de 2025

El factor humano de Graham Greene

Mientras leía El factor humano, de Graham Greene pensaba que era peor que otras novelas suyas, pero ahora que lo he terminado, veo que me ha dejado un buen sabor de boca. Concluye muy bien, con tristeza, pero anudando todos los temas, fundamentalmente el amor y la soledad.

El marco es el de una novela de espías, donde es central el juego entre verdad y mentira de los enemigos y se centra en una persona, una de esas piezas que sirven para el juego de la desinformación, que trafican con ella y pueden traicionar a su país. Aquí la clave es una causa indudablemente justa en el contexto de la novela, la del apartheid de Sudáfrica, que podría superar una teórica y lejana lealtad a la patria, sobre todo si hay una historia de amor de por medio. 

Si nos pusiéramos politólogos, se plantearía aquí la alternativa entre el patriotismo a todo coste y la dialéctica amigo-enemigo, experimentada en lo concreto. Lo que está en juego es algo que está muy en discusión ahora, el ordo amoris: si nuestra lealtad está con los más alejados (y ahí los más sufrientes, en la medida en que eso se mida: los proletarios en el imaginario comunista, los emigrantes en la situación actual) o con los más cercanos. A quién debemos lealtad, es lo que se pregunta. Hay una lucha muy dura entre la frialdad británica (representada en la madre del protagonista, de una agobiante ausencia de emoción, y en los altos funcionarios, ese establishment británico que no sabe para qué funciona, pero lo hace implacablemente) y el amor de una pareja, que debe arrostrar incontables dificultades, causadas por el estado de cosas establecido. Greene consigue que te detengas en la mirada del traidor, nada menos, con lo que todos los fundamentos se tambalean. Es una novela muy actual, me parece: ¿con quién voy, con el establisment bruselense o con esas verdades que son básicas y que todo el aparato parece conculcar, los Macron, los Scholz, los von der Leyen? Yo abogaría por un patriotismo fundamentado en lo permanente, pero no parece que se plantee esa posibilidad en la novela, y tampoco en el mundo actual, fuera de algunos.

Me gusta mucho cómo plantea los diálogos Greene, cómo describe los lugares, cómo expone las situaciones. Me parece un gran novelista, también en esta novela pretendidamente de tono menor.

lunes, 13 de enero de 2025

El poder y la gloria, de Graham Greene

Tocaba releer El poder y la gloria, después de lo que me habían impresionado El final del affaire, El revés de la trama y Brighton Rock, las tres en ediciones modélicas de Libros del Asteroide. La pena es que de esta tenía una edición de principios de los ochenta, bastante cutre. 

Al final, me sobrepuse al mal papel y a la tipografía vacilante y entré como si fuera la primera vez a El poder y la gloria, de la que tenía un recuerdo muy vago. Creo que con los años estoy aprendiendo a leer, como se ve ahora: la primera vez me quedó una sensación confusa, ahora me he metido en el relato y he sufrido con el protagonista esa tortura del miedo al dolor, que tan cerca me pilla. Me acordé varias veces de esa cita de Flannery O'Connor (con la que tantas conexiones tiene esta novela) sobre esa niña que "Nunca podría ser una santa, pero pensaba que podía ser mártir si la mataban deprisa". Aquí estamos en ese marco, la huida desesperada de un cura en el México de la persecución a los sacerdotes, huida sobre todo por miedo al dolor, pero a la vez arriesgando su vida para celebrar los sacramentos, él que es un pecador público, marcado los pecados que comete y que lo convierten en un ser señalado. Ha sido un libro doloroso y fructífero de leer, enfrentarse con el miedo, pensar en lo que supone la vida sacramental, pensar qué está uno dispuesto a poner por encima de ella, incluso de la vida. 

Hay también una lectura política, de enfrentamiento de dos modos de ver el mundo. Es central la cuestión de la ejemplaridad: aquí tenemos a un sacerdote en absoluto ejemplar, pero que tiene la grandeza de la conciencia de su vocación y la valentía de arriesgar su vida para celebrar los sacramentos, él, seguro de su indignidad. Aquí le habla un teniente de "ideales progresistas" que le ha detenido:

-Pues, con todo, le preocupa el "poco de dolor" ahora.

-Pero yo no soy un santo -arguyó él-. No soy siquiera un hombre valiente. Levantó la vista con aprensión: la claridad volvía; la vela ya no era necesaria. Pronto estaría el tiempo bastante despejado para emprender el viaje de vuelta. Sintió el ansia de seguir hablando para demorar, siquiera unos minutos, el momento de partir. Agregó: -Hay otra diferencia entre nosotros. No sirve de nada que usted labore para su plan si usted mismo no es buena persona. Y no siempre habrá buenas personas en el partido de usted. Entonces volverán el hambre y los malos tratos, aumentados quizá. En cambio, no importa gran cosa que yo sea un cobarde... y todo lo demás. A pesar de ello, puedo depositar a Dios en la boca del hombre y puedo darle el perdón de Dios. Y esto sucedería igual aunque todos los curas de la Iglesia fuesen como yo (249).

Ahora mismo me gustaría mucho leerlo otra vez, a ser posible en una edición cuidada (podrían hacerla en Libros del Asteroide). Hace mucha falta leer este libro ahora, es más actual que nada que se me ocurra.

lunes, 5 de febrero de 2024

Brighton Rock, de Graham Greene

Leí Brighton Rock, en la nueva traducción de Libros del Asteroide, después de haber disfrutado ahí de El final del affaire y luego también de El revés de la trama. Creo que me gustaron más estas otras dos, pero también he disfrutado mucho de la lectura de esta, con un núcleo dramático en torno al tema de la libertad y la edad de la elección del mal.

Resulta que Brighton Rock es un tipo de caramelo duro, como el de la foto de abajo. Es impresionante la frivolidad del trasfondo, donde se realiza el drama tremendo de la novela: una ciudad de veraneo, un panorama de diversiones de feria. Ahí están los clanes criminales, que se mueven en el mundo de las apuestas de caballos. Entre ellos está Pinkie junto a Rose, dos personajes inolvidables, casi adolescentes pero enfrentados a decisiones que rompen con el marco de vida en el que crecieron, en una huida hacia delante que parte de una pasado de miedo y lucha. Es, como las otras novelas de Greene que he leído, una novela casi más para releerla: ya disfruto pensando en ello, porque el hecho es que en la primera lectura uno va como tanteando, a ver qué es lo que se va a encontrar; en la relectura seguro que se entenderá todo mucho más a fondo, habiendo cuestiones de fondo bien hondas.

Eché un vistazo a las reseñas de esta edición y me sorprendió encontrar varias que elogian a Ida Arnold, personaje perseguidor de los protagonistas, una justiciera por su cuenta que a mí se me hizo odiosa: yo estaba con los otros, aunque se comportasen mal, con la pobre Rose y con el perseguido Pinkie.

jueves, 14 de septiembre de 2023

El revés de la trama

Me había gustado tanto El final del affaire de Graham Greene que hace unos meses me puse a leer El revés de la trama, pero no sé qué me pasó, lo iba leyendo sin acabar de engancharme y a las cien páginas lo dejé en la estantería y pasaron varios meses, hasta hace dos días, que lo volvía a coger, leí desde donde lo había dejado, sin recordar casi nada de lo anterior, y acabé terminando la novela. A continuación, me leí las cien primeras páginas, de otro modo, ahora sí comprendiéndolas, viendo cómo iba preparando Greene en ellas lo que se sería el drama central, que sucede a partir de la mitad del libro.

La acción ocurre en un país de África y es tremenda la sensación de calor, de sudor, de malaria, de cucharachas, de polvo, de cansancio. Allí está el comisario Scobie, un personaje inolvidable, al menos creo que para mí, un hombre con un fuerte sentido del deber que sabe adaptarse a la compleja relación con la verdad que existe a varios niveles, el de los nativos, el de los comerciantes sirios enfrentados, que controlan las relaciones comerciales, el de las autoridades coloniales inglesas y su seriedad oficial, que es discutida por oficiales de inteligencia que funcionan por debajo, investigando pero a la vez corroyendo lo que se supone que está mal. Es una novela muy actual en ese sentido: sin nada en que apoyarse, la verdad y la confianza se tambalean, son solamente arreglos de ladrones.

El conflicto central es religioso y creo que me costará olvidar la descripción que hace de cómo un pecado lleva a un sacrilegio consciente, lo que acelera la conclusión de la trama. Es una novela sobre el amor, pero casi más sobre el sentido del deber. No parece que haya en realidad amor de Dios, aunque es un tema central de la novela. Scobie es católico, pero su relación con Dios es de dependencia, no de reconocimiento. Es tremendo cómo lo cuenta Greene. Muy interesante. Me gustaría ser más profundo para explicarlo mejor. 

lunes, 5 de abril de 2021

El final del affaire

Me pilló de sorpresa que me atrapara El final del affaire, la novela de Graham Greene. Yo le había leído El poder y la gloria, hace muchos años: me había impresionado, pero me quedó un recuerdo de relato confuso, un poco mareante, que se me cruza ahora con Todos los hermosos caballos, la novela de Cormac McCarthy. Luego estaba el guión de El tercer hombre, prodigioso. Greene nunca me ha caído del todo bien, pero qué impresionante escritor es, si hay que juzgar por esta novela. Supongo que la labor de traducción de Eduardo Jordá habrá ayudado: en ningún momento te entran dudas de que lo haya vertido mal al español; nada chirría. 

Llevo días dándole vueltas al argumento, al armazón de la novela, que me leí con ganas, metido en las vidas de los personajes, pasmado de la fluidez con la que lo cuenta el narrador, diciéndonos que todo eso es una novela: pero qué vivo está todo. A la vez es de esas obras de problemática moral, en principio sin salida, irresolubles. Y por encima, la cuestión religiosa. A mí me ha recordado a Ordet, la película de Dreyer: el milagro cumplido, el amor divino y el amor humano puestos en continuidad y en confrontación. Impresionantes personajes.

lunes, 10 de junio de 2019

La maldad en Waugh

Yo ya sé que soy cansino, siempre con lo mismo. Ahora estoy con Evelyn Waugh, para variar. De la biografía de Eade me llamó la atención un comentario que le hizo Hillaire Belloc a la que sería su suegra, Mary Herbert: «Tiene el diablo en él». Pero en una nota Eade recoge otro comentario de Diane Cooper, amiga de Evelyn: Graham Greene era «un buen hombre poseído por un diablo» y Evelyn era «un mal hombre por quien un ángel está peleando» (193). Quizá por esto le tengo tanta simpatía.

Por hacerlo un poco más simpático, mirad cómo describe a la que sería su mujer, Laura, a una amiga:
Es muy joven, sí. Muy delgada y pálida, con grandes ojos y una larga nariz, más de gacela que de muchacha; absolutamente libre de ambiciones literarias, artísticas o sociales, silenciosa como una tumba, dada a desmayarse en momentos inoportunos, tímida, ignorante, cariñosa, muy gentil, no canta, complejo de Narciso, está encantadora sobre un caballo pero se suele caer, estudia teatro, pero no se lo toma muy en serio. Católica pero tampoco se lo toma muy en serio, tiene un perro bastante asqueroso llamado Terrón, pero parece que va a morir pronto. La quiero mucho y pienso que hay buenas posibilidades de que nuestro matrimonio sea un éxito como cualquier otro que conozca.

She [Laura] is very young indeed. Very thin and pale with big eyes and a long nose – more like a gazelle really than a girl; completely free of any literary, artistic or social ambition, silent as the grave, given to fainting at inopportune moments, timid, ignorant, affectionate, very gentle, doesn’t sing, Narcissus complex, looks lovely on a horse but often falls off, student of acting, but doesn't take it too seriously. Catholic but doesn't take that too seriously either, owns pretty nasty dog called Lump, but he looks like dying soon. I love her very much and I think there is as good a chance of our marriage being a success as any I know. (204)



Esta otra foto tampoco está nada mal



viernes, 27 de septiembre de 2013

Waugh sobre México

He terminado de leer otro libro de Evelyn Waugh: Robo al amparo de la ley, un reportaje de 1939 sobre las expropiaciones de petróleo y al final sobre México. Empieza fuerte:
Permítame el lector advertirle que cuando fui a México era conservador y que todo lo que vi confirmó mis opiniones. Creo que por naturaleza el hombre es un exiliado y que nunca será autosuficiente o perfecto en esta tierra; que sus oportunidades de ser feliz y virtuoso aquí son más o menos constantes a lo largo de los siglos y que, por lo general, las condiciones económicas y políticas en las que vive no le afectan mayormente; que el equilibrio entre el bien y el mal tiende a concretarse en una norma; que los cambios repentinos en las condiciones físicas son generalmente nocivos y que son auspiciados por personas y razones equivocadas; que los intelectuales comunistas de hoy día tienen fundamentos personales pero irrelevantes para su antagonismo con la sociedad que intentan explotar. Creo en el gobierno; que los hombres no pueden convivir sin reglas, pero que éstas deben mantenerse al nivel de seguridad mínimo; que Dios no ha decretado una forma de gobierno mejor que otra; que los elementos anarquistas en la sociedad son tan vigorosos que mantener la paz es una labor a tiempo completo. Creo que la desigualdad de bienes y posición es ineludible y que, por lo tanto, carece de sentido discutir las ventajas de su eliminación; que los hombres encuentran de manera natural su lugar en un sistema de clases; que tal sistema es necesario para toda suerte de empresa conjunta, en particular la de mantener unida a una nación. Creo en la nación; no en términos de raza o de destinos divinos para la conquista del mundo, sino sencillamente así: inevitablemente la Humanidad se organiza en comunidades de acuerdo con su distribución geográfica; al compartir una historia común, estas comunidades desarrollan características comunes y estimulan la lealtad local; la familia individual se desarrolla más feliz y en plenitud cuando acepta estos límites naturales. No creo que la prosperidad británica deba ser necesariamente hostil, pero si en ocasiones lo es, quiero que Inglaterra prospere y no sus rivales. Creo que la guerra y la conquista son ineludibles; así se ha forjado la historia y así es como va a desarrollarse. Creo que el arte es una función natural del hombre; da la casualidad de que buena parte del arte más grandioso ha surgido dentro de sistemas de tiranía política, pero no creo que tenga relación alguna con un sistema en particular, mucho menos con un gobierno representativo, como se ha vuelto una creencia popular en estos días en Inglaterra, Estados Unidos y Francia; los artistas siempre han dedicado algo de su tiempo libre a lisonjear al gobierno que los rige, así que es natural que, ahora, los artistas ingleses, estadounidenses y franceses sean veleidosamente democráticos. Leído este breve compendio de las opiniones políticas que llevé conmigo a México, al lector que le parezca poco compasivo puede mandar el libro de vuelta a la librería y solicitar alguno más tranquilizante. Dios sabe que encontrará de sobra (Prólogo, 32-33).
No se le podrá acusar, pues, de hidden agenda, a Waugh.

No se cansa de alabar el arte colonial y de echar pestes tanto del arte precolombino (esas monótonas pirámides) como de los muralistas revolucionarios (82: "enormes y chabacanos frescos de Diego Rivera"). Frente a esa retórica indigenista y ese arte propagandístico, Waugh es partidario de profundizar la herencia española (82-83), no por española: por civilizatoria.

Es muy duro también con los gobernantes de después de la colonia: "en una generación se arrasó con el trabajo de tres siglos de dominio civilizado dejando la nación en la bancarrota, desacreditada en el extranjero y dividida en odios irreconciliables en el interior" (150).

Pero la suya no es una actitud paternalista. Hay por ejemplo una muy fina comparación con el sistema de la 'civilizada' Inglaterra (159):
Las elecciones, incluso en países racialmente homogéneos, con educación extendida y una tradición de servicio público desinteresado, son guías caprichosas; en Latinoamérica siempre han sido ridículas. En varias partes del mundo hay diversos medios de asegurar las elecciones: un candidato puede comprar los votos a la antigua usanza inglesa, con dinero contante y sonante; a la nueva usanza inglesa, con promesas de pagar con fondos públicos una vez elegido; puede desalojar a sus oponentes de su casa de campo o dispararles con ametralladoras en las calles de Cicero; los mexicanos, en su mayoría, prefieren dejar las papeletas sin contar y servirse de las listas elaboradas en las oficinas generales del partido.
Me gustó sobre todo la segunda parte del libro, después de la parte histórica, porque sé muy poco de historia de México y me perdía.
A Waugh se le ve fascinado por ese país, sobre todo por los católicos mexicanos, con sus problemones y sus grandes pecadores (su amigo Greene estuvo por allí: de ahí El poder y la gloria), pero de todos modos. Me dio la impresión de que la élite le parece detestable y la gente común, admirable, algo que me ha dicho mucha gente a mí también.

Lo que no sé es qué les pareció este libro en México cuando se publicó y después. La progresía intelectual debió de odiarlo con todas sus fuerzas (empezando por ningunearlo, claro).

lunes, 27 de abril de 2009

Roma (2)

En el Congreso sobre Flannery O'Connor disfruté como un idiota: es raro pasárselo bien en un congreso, pero así fue; lo normal es pasárselo bien 'con ocasión de' (eufemismo por: 'a pesar de'); yo me lo pasé bien en el congreso, alrededor, fuera y antes y después.
A ver cómo lo explico:
-Estaba muy bien organizado, y hay que agradecérselo especialmente a Juan José García-Noblejas (al que pude conocer en el 'mundo real' y que habló muy bien de Wise Blood en relación con la versión de cine de John Houston), al decano de la Facultad, Diego Contreras (con un excelente blog temático ya muchas veces enlazado aquí; y también pude conocerlo en el 'mundo real') y a Enrique Fuster (con una comunicación muy interesante sobre Graham Greene y Flannery; y me regaló su libro sobre Greene llevado al cine, del que he leído justo el capítulo que tiene que ver con su comunicación, excelente). Y sólo cito a los que pude conocer un poco, porque se veía que era un Congreso muy bien trabajado por un buen equipo de gente de la Facultad de Comunicación Institucional, la más joven, dijo el rector de la PUSC, de la Universidad Pontificia más joven, sólo con 25 años de vida pero un futuro brillante, en el caso de esta Facultad, respecto al mundo de la Comunicación, muy en particular la de la Iglesia (que falta hace). El Congreso es el Cuarto de un Seminario sobre Poética y Cristianismo de enorme interés y futuro.
El hecho es que desde el principio se estaba muy a gusto allí. Casi parecía una reunión de amigos que hablásemos de una conocida. Era como una tertulia. Y estaban allí los amigos íntimos, los que la conocían de hace años, y los que la hemos tratado menos pero nos hemos enamorado de su obra y de su figura; y todos con algo que decir de ella.
Y además que todo estaba pensado para no agobiar: horarios sensatos, tiempo para la discusión, preguntas abundantes y respuestas inteligentes. Café con pasteles entre medias. Una obra de teatro conmovedora y llena de humor y sabiduría dramática.
Vuelvo lleno de Flannery: habrá tiempo para desmenuzar.
Y en el blog de García-Noblejas descubro un youtube en el que salgo yo (es de RomeReports):
  Y otros blogs que hablan del congreso: este, este, este y este.

lunes, 4 de diciembre de 2006

Y dale con los conversos

Hoy iba a poner una entrada intrascendente, sobre la lluvia, a propósito de que llevamos mil litros por metro cuadrado en dos meses (eso es el doble de lo que llueve en todo el año en la mayoría de España), pero los comentarios a esta entrada merecen eso, un comentario:
Sobre Greene: se me olvidó contar que siempre llevó una foto del padre Pío en su cartera (otra pincelada para un retrato complejo, a lo Bacon). Es verdad, aunque sólo fuera por El tercer hombre ya sería recomendable. Sobre el resto de sus novelas espero tener una opinión más informada pronto. Como persona no le tengo mucho aprecio, aunque eso debería ser más o menos indiferente para valorarlo. Lo último que hizo fue dejar su herencia a su esposa, a la que había abandonado hacía cuarenta años; a su amante, que le había cuidado los últimos años: nada. No sé por qué, pero ya no me apetece nada leer a Moeller, que fue uno de los libros que más me impresionaban antes. Quizá es que ahora tienda a ser menos comprensivo.
Sobre Waugh: con todo su esnobismo (que no niego que me atrae mucho), su frase de 'si no fuera católico sería un monstruo' (cito de memoria) ya sería suficiente para que le tuviera cariño. Tengo que leer alguna biografía de él. Puestos a sacar trapos sucios, eran notorios sus problemas con el alcoholismo y su intolerancia, pero no sé por qué, todo lo miro con indulgencia en él, algo que no me pasa con Greene, seguramente por cuestiones de afinidad. Yo que tengo en una peana Retorno a Brideshead, Un puñado de polvo, Helena, Más banderas, Hombres en armas, los cuentos, no puede menos que mirar con cariño los problemas de Waugh.
Sobre C. S. Lewis: si lo comparas con Tolkien no hay posibilidad de salvación: no me gusta Narnia ni las novelas de ciencia ficción. No me gusta la alegoría. Prefiero las cartas de Tolkien a todos los ensayos de Lewis. Sólo me interesó quizá Los cuatro amores, pero ha quedado totalmente superado por la encícilica Deus caritas est. No niego que haya también una cierta inquina por no haberse convertido (así soy, no lo puedo evitar).
A Bernanos no he conseguido leerle más de tres páginas seguidas.
Queda pues abierto este comentario a posteriores correcciones.

domingo, 3 de diciembre de 2006

Pearce sobre Greene

Así como mi admiración por Waugh es ilimitada, no me convence mucho Graham Greene, aunque sólo he leído El poder y la gloria.
Convertido pronto, tuvo una vida muy irregular, pero siempre fue católico (aunque bordeando los límites, o paseándose peligrosamente por el otro lado; al menos eso parece, que yo no soy quién para juzgar).
Lo que cuenta Pearce en el libro sobre Escritores Conversos es muy interesante y triste. Hay una anécdota que me parece reveladora:
Fue a una misa del padre Pío (san Pío de Pietralcina ahora), que le impresionó mucho (no es para menos, con las manos sangrando por los estigmas). Greene fue con su amante de entonces (!) y le ofrecieron presentarle al padre Pío, pero se negó:
No, no quiero. No quiero que mi vida cambie por conocer a un santo.
Veinte años después volvió a recordarlo:
Estaba tan convencido de la fuerza de su bondad que no quise hablarle ni acercarme a él. A los amigos que me acompañaban les dije que me asustaba demasiado que pudiera darle un giro a mi vida. (Pearce, p. 519).
Ya metidos en conversos, la blogosfera católica está contenta porque se ordenan de sacerdotes-sacerdotes dos sacerdotes conversos del anglicanismo: el autor del blog Standing on my head (=Cabeza abajo, lo tomó de una frase de Chesterton, cómo no) y el de Pontifications, los dos grandes cabezas teológicas (y parece que grandísimas personas). Dwight Longenecker, el de Cabeza abajo, tiene un relato muy interesante sobre su conversión (aquí y aquí), y el autor de Pontifications transmitió -valga decirlo- su conversión vía blog.