viernes, 5 de julio de 2024

Del Tiestes de Séneca

Voy a estar unos días sin escribir aquí. Os dejo esta versión que hizo fray Luis de León de unos versos del Tiestes de Séneca:
    Esté quien se pagase poderoso
de la corte en la cumbre deleznable,
viva yo en mi sosiego y mi reposo.
    De mí nunca se escriba ni se hable;
mas en lugar humilde y olvidado
goce del ocio manso y amigable.
    No sepan si soy vivo, si finado,
los nobles y los grandes, y mi vida
se pase sin oír cosas de estado.
    Así, cuando la edad fuere cumplida,
y mis días pasados sin rüido,
la muerte no será mal recibida.
    No moriré enojoso y desabrido;
la muerte llama grave, y no la quiere
el que, de todo el mundo conocido,
sólo de sí desconocido muere.
Y este es el original de Seneca, Tiestes, 391-403
Stet quicumque volet potens
aulae culmine lubrico:
me dulcis saturet quies.
obscuro positus loco
leni perfruar otio,
nullis nota Quiritibus
aetas per tacitum fluat.
sic cum transierint mei
nullo cum strepitu dies,
plebeius moriar senex.
illi mors gravis incubat
qui, notus nimis omnibus,
ignotus moritur sibi.
Y buscando el texto latino he encontrado esto de Tomás de Iriarte, Epístola 6, final
En el despeñadero
De la encumbrada Corte permanezca
El que mando y honores apetezca;
Que yo la paz únicamente quiero.
Quiero en la soledad más escondida
Gozar los dulces bienes del reposo,
Y pasará mi silenciosa vida
Ignorada del Noble y Poderoso.
Cuando mi edad, sin fausto, sin estruendo,
Haya llegado al término que debe,
Aunque muera como uno de la Plebe,
Tal vez anciano moriré; y entiendo
Que no persigue muerte a los nacidos
Más triste y más cruel que la de aquéllos
Que son de todo el mundo conocidos
Sin que a sí propios se conozcan ellos».

jueves, 4 de julio de 2024

Releo ahora, años después, El Señor de los anillos I, La comunidad del anillo

Hacía un montón de años que no leía El Señor de los anillos. Este verano lo voy a releer completo. He terminado el tomo I y estoy impresionado por el tono elegiaco que recorre todo.

Es una lamento por un mundo que está a punto de cambiar, quizá a una situación mucho peor y en todo caso a algo distinto, y en el que se percibe de manera muy honda esa conciencia de pérdida. Otra vez me han fascinado las páginas sobre Lórien y Galadriel, aunque me he ido teniendo que quitar los vagos recuerdos que tenía de la película, de la que solamente vi la primera parte y no me gustó, quizá por eso, porque esa esencia elegiaca no la tiene en absoluto, al menos tal como la recuerdo.

Me sigue impresionando el personaje de Frodo, la conciencia de un encargo que es una enorme responsabilidad. Me conmueve el personaje de Sam, muy logrado. 

Las aventuras ya no me interesan tanto. Me descubro cada vez más una gran incapacidad espacial: en los estrechos pasillos de Moria me pierdo, lo mismo que en los túmulos y eso, o quizá porque, está todo lleno de indicaciones espaciales. Las cien primeras páginas las leí en inglés. Luego me pasé al castellano, porque eran agotadores todos los términos geográficos, de dirección, de plantas. Lo entendía, pero me agotaba. Sí que eran mucho mejores los poemas, que en la traducción española se hacen muy pesados. 

miércoles, 3 de julio de 2024

Hacia el erizo

Se me ocurrió hacer fotos a mi castaño favorito y elegí una rama:

31 de mayo


11 de junio

18 de junio

El 25 de junio ya estaban los nudos de los que saldrán los erizos, esas estructuras con pinchos en las que están las castañas:


2 de julio

martes, 2 de julio de 2024

Larga lectura

En realidad, la larga lectura es para vosotros, si os animáis. Para mí ha sido mucho trabajo. Por fin se publica, de Blas Álvarez Miraval, médico que publicó en 1597 La conservación de la salud del cuerpo y del alma, una obra para un público amplio, pero llena de autoridades clásicas, cuyo texto he editado aquí con Eduardo Álvarez del Palacio y que incluye un largo estudio bio-bibliográfico de Santiago García Morilla. Yo tengo también ahí un apartado sobre las fuentes que usa Miraval, un trabajo que me llevó mucho tiempo y tiene su interés para la historia de la transmisión del conocimiento en los Siglos de Oro.

El libro es curioso de leer. Escribe el autor como escribían entonces, con mucha fluidez y aparente facilidad, aunque quizá se haga a veces un poco más denso cuando se pone a enhebrar (y eso acudiendo a otros) autores clásicos, que ahí es donde entré yo en esta edición que ha llevado tantos años. Al final el libro tiene 626 páginas, que no está mal. Lo publica la editorial Peter Lang de Berlín y forma parte de la colección de Humanistas españoles de la Universidad de León


lunes, 1 de julio de 2024

Lo que cuadraría que me gustase y lo que me gusta

No me gustan las Sinfonías de Beethoven, muy especialmente la Novena.

No me gusta Guy Verhofstadt. No me gusta Macron. No me gusta el partido conservador británico. No me gustan las instituciones europeas.

No me gusta la música de órgano: me gusta la música de cámara.

No me gusta la defensa del comercio de proximidad como muestra de superioridad moral. Yo, de comprar la compra, la compraría siempre en el Mercadona.

No me gusta oír hablar de sociedad civil. Ya no me gusta el conservadurismo.

No me gustan ni el edificio del Parlamento Húngaro ni el del Parlamento inglés: prefiero Chandigarh.

Me gusta ver al Real Madrid ganar todos los títulos que pueda. No me gusta el Barça ni el Athletic de Bilbao ni la Real Sociedad. No me gusta la épica de la derrota del Atlético de Madrid. 

No me gusta la novela histórica: me gustan los libros de historia con altura de miras y vuelo narrativo.

Me gusta la gente que se queda en casa, pero no soporto a todos los santiagueses que detestan a los peregrinos y especialmente a los vecinos anticamino del barrio de san Pedro.

Detesto la programación cultural del Ayuntamiento de Santiago, todo ese teatro de calle, los payasos, el libro gallego subvencionado y todas esas mierdas.

No oigo gregoriano. Iría a una celebración litúrgica con gregoriano en un monasterio. Gustarme, gustarme, ay, los himnos anglicanos.

De Juan Manuel de Prada, Ignacio Peyró y Javier Gomá me gusta comprobar cada vez que leo un artículo suyo que sigo sin estar de acuerdo con lo que dicen estos faros de la no izquierda.

Detesto al PP. Más todavía al PP de Galicia, si cabe. No me gusta Ayuso.

No me gustan los Carmina Burana, ni el texto ni la versión musical de Carl Orff. 

Detesto el telediario de Antena 3. Detesto todos los telediarios. Detesto el tonillo del corresponsal en USA de Antena 3.

Detesto las tiendas de recuerdos y que el Ayuntamiento de Santiago haya prohibido durante un año poner más tiendas de recuerdos.

Detesto el ABC, El Mundo, la COPE. No puedo soportar La voz de Galicia. Leo El País, con su línea editorial que detesto.

Detesto todo lo que tenga que ver con la oralidad y el patrimonio inmaterial. Me gustan los libros, pero no me gusta oler libros.

viernes, 28 de junio de 2024

Ludwig van Beethoven – 25 Scottish Songs, Op. 108: 2. Sunset

Soy muy poco de Beethoven. Cuando me gusta algo de él, suelen ser las composiciones más antiguas, quizá todavía en la onda de Haydn, o cosas como esta, de aires populares, que oí el otro día en la BBC. No puedo con sus sinfonías, o me aburro o me irritan.

Primero la versión con la partitura:  
Y ahora la versión de Dietrich Fischer-Dieskau:

Me quedo a la espera de versiones que me aconsejéis.

jueves, 27 de junio de 2024

Buscar sentido

De Fin, esto que dice Karl Ove Knausgård:

¿Qué buscaba entonces en el fondo?

Sentido. Así de sencillo. En el día a día me sentía lleno de una especie de tedio completamente soportable, nunca amenazador o destructivo, más bien una sombra que se posaba sobre la vida, cuya última consecuencia era una especie de añoranza pasiva de la muerte, que a bordo de un avión, por ejemplo, de repente fuera capaz de pensar que no tenía nada en contra de que se cayera, aunque jamás se me hubiera ocurrido soñar con hacer algo para extinguirme a mi mismo. Dentro de ese tedio podía estallar de pronto algo de sentido. Era como si me encontrara fuera de algo radicalmente lleno de sentido, dentro de lo que de repente estaba incluido, y luego vuelto a expulsar. Como si el sentido estuviera allí todo el tiempo y fuéramos yo y mi modo de ver las cosas lo que me mantenía fuera de él. ¿Era así? ¿Había algo ahí fuera, algo objetivamente verdadero y real, una constancia de la vida y de lo vivo que siempre estaba ahí, pero a lo que yo rara vez, por no decir nunca, tenía acceso? ¿O sólo era algo que había dentro de mí?

Podría haberme arrodillado, juntado las manos y dirigido a Dios, Nuestro Señor, vibrantes plegarias y lamentos, pero vivía en la época equivocada, porque cuando levantaba la vista hacia el cielo no veía más que un enorme espacio vacío. Y cuando miraba a mi alrededor veía una sociedad decidida a adormecernos, a hacernos pensar en otra cosa, a entretenernos. Lo cómodo y lo agradable, lo suave y lo cálido, eso era lo que queríamos, y eso era lo que recibíamos. El único espacio que quedaba entonces, donde todavía se podía encontrar fundamento en la vida, era el arte. En el arte yo sólo buscaba eso, es decir, plenitud vital. Belleza y plenitud vital. Lo encontraba de vez en cuando y se apoderaba totalmente de mí, pero no conducía a nada, tal vez no fueran más que descargas de un alma exaltada, pequeños rayos en la oscuridad de la mente (557).