Me pilló de sorpresa que me atrapara El final del affaire, la novela de Graham Greene. Yo le había leído El poder y la gloria, hace muchos años: me había impresionado, pero me quedó un recuerdo de relato confuso, un poco mareante, que se me cruza ahora con Todos los hermosos caballos, la novela de Cormac McCarthy. Luego estaba el guión de El tercer hombre, prodigioso. Greene nunca me ha caído del todo bien, pero qué impresionante escritor es, si hay que juzgar por esta novela. Supongo que la labor de traducción de Eduardo Jordá habrá ayudado: en ningún momento te entran dudas de que lo haya vertido mal al español; nada chirría.
Llevo días dándole vueltas al argumento, al armazón de la novela, que me leí con ganas, metido en las vidas de los personajes, pasmado de la fluidez con la que lo cuenta el narrador, diciéndonos que todo eso es una novela: pero qué vivo está todo. A la vez es de esas obras de problemática moral, en principio sin salida, irresolubles. Y por encima, la cuestión religiosa. A mí me ha recordado a Ordet, la película de Dreyer: el milagro cumplido, el amor divino y el amor humano puestos en continuidad y en confrontación. Impresionantes personajes.
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