Me impresionó un montón su libro ganador del Adonáis, Bello es el riesgo, tan griego, en torno a Platón y Sócrates, tan pleno. Tenía entonces un blog excelente. Luego he podido leer sus comentarios en internet a poemas y este año 2025 ha vuelto a ir recogiendo uno cada día en Antología del jardín, que además, se está convirtiendo en un diario muy logrado, ahora a la espera de la defensa de su tesis doctoral, sobre el Fedro de Platón.
Un enigma ante tus ojos es su segundo libro. Lo leí hace unos meses y me quedé un poco parado, sin saber muy bien qué hacer de él, porque no lo leí despacio. Sí que veía que era el contrapunto romano: de Cicerón, por su libro Hortensio, a san Agustín. Ahora, en esta lectura qué sí que ha sido reposada y de verdad atenta, me he fijado en la búsqueda de lo que somos cada uno en las dos citas de las Confesiones que presiden, la primera parte del libro: "Un enigma ante mí mismo" Factus eram ipse mihi magna quaestio (que traduce en un poema así: Me convertí en un enigma ante mí mismo) y de lo que es estar aquí, ante Dios, en la segunda parte: "Un enigma ante tus ojos", In cuius oculis mihi quaestio factus sum (literalmente En cuyos ojos me convertí en una gran cuestión, aunque también podríamos traducirlo como ella por enigma, aunque no me acaba de convencer del todo lo de enigma).
El primer poema, introductorio, previo a esas dos dos partes del libro, es el que pone en movimiento todo: lo sitúa en el lugar a donde se retiró Cicerón por la muerte de su hija, en una isla, Astura, ahora península según parece, locus amoenus et in mari ipso (una pena la errata maria), literalmente un lugar encantador y en el propio mar. No nos vale con la filosofía, pero en el Hortensio parece que Cicerón articuló algo que puso en movimiento a Agustín, una búsqueda que crea la Tradición (ese es el título del poema) de "conquistar la muerte" buscando la sabiduría.
La primera parte es la más explícitamente agustiniana, esa sed de buscar a Dios, lo más propio humano (La sed que nos define), la sabiduría de querer saber qué es uno mismo (Magna quaestio). Ahí aparece un Macarismo (una bienaventuranza, un llamar feliz a alguien, esos poemas como el de Horacio Beatus, qui...) pero sorprendente, dedicado a los borrachos, que atisban con su borrachera la alegría, lo que no captan los sabios, que solamente viven la resaca de estos. Así, la sabiduría se muestra por otras vías que la de la mera erudición, en una poema donde asoma, creo, otra vez lo platónico. Se pregunta en Conversación con el misterio "qué es eso que amo en lo que amo". Tardo gozo mío es un poema agustiniano y a la vez es el Cantar de los cantares, muy lograda la fusión de la búsqueda y la unión, que también está en En el puerto de Ostia, donde rememora con intensidad la conversación final entre san Agustín y su madre santa Mónica: de lo terreno al cielo y vuelta a esa realidad humana que es comunicación con Dios.
La segunda parte comienza con un fuego como centro de un universo de esferas concéntricas, luego hay un poema sobre ver el mundo como mapa desde una elevación. el siguiente es sobre ese centro del mapa, la casa, en la que nos refugiamos con el mal tiempo: el espacio se va reduciendo, del cosmos al espacio de un mapa y de ahí a la casa. Siguen dos poemas en los que entra una nota triste: la vejez, la vida sin jóvenes. Vuelve la consideración de la multiplicidad y lo divino en ella, a través de Hopkins (donde todo está presente ante tus ojos, / todo lo más moteado y variopinto / -pues también eres varios y veteado, / y en esa multitud te regocijas, el final de "Lo uno y lo múltiple").
El libro es mucho más, verso hondos, imágenes muy logradas como la última, de la calma tras tirar una piedra en el estanque, que "se impone en el vaivén que va cediendo / terreno a esa dulzura del reposo".
Un gran libro. Leed una reseña muy buena de Enrique García-Máiquez.