Mientras leía El factor humano, de Graham Greene pensaba que era peor que otras novelas suyas, pero ahora que lo he terminado, veo que me ha dejado un buen sabor de boca. Concluye muy bien, con tristeza, pero anudando todos los temas, fundamentalmente el amor y la soledad.
El marco es el de una novela de espías, donde es central el juego entre verdad y mentira de los enemigos y se centra en una persona, una de esas piezas que sirven para el juego de la desinformación, que trafican con ella y pueden traicionar a su país. Aquí la clave es una causa indudablemente justa en el contexto de la novela, la del apartheid de Sudáfrica, que podría superar una teórica y lejana lealtad a la patria, sobre todo si hay una historia de amor de por medio.
Si nos pusiéramos politólogos, se plantearía aquí la alternativa entre el patriotismo a todo coste y la dialéctica amigo-enemigo, experimentada en lo concreto. Lo que está en juego es algo que está muy en discusión ahora, el ordo amoris: si nuestra lealtad está con los más alejados (y ahí los más sufrientes, en la medida en que eso se mida: los proletarios en el imaginario comunista, los emigrantes en la situación actual) o con los más cercanos. A quién debemos lealtad, es lo que se pregunta. Hay una lucha muy dura entre la frialdad británica (representada en la madre del protagonista, de una agobiante ausencia de emoción, y en los altos funcionarios, ese establishment británico que no sabe para qué funciona, pero lo hace implacablemente) y el amor de una pareja, que debe arrostrar incontables dificultades, causadas por el estado de cosas establecido. Greene consigue que te detengas en la mirada del traidor, nada menos, con lo que todos los fundamentos se tambalean. Es una novela muy actual, me parece: ¿con quién voy, con el establisment bruselense o con esas verdades que son básicas y que todo el aparato parece conculcar, los Macron, los Scholz, los von der Leyen? Yo abogaría por un patriotismo fundamentado en lo permanente, pero no parece que se plantee esa posibilidad en la novela, y tampoco en el mundo actual, fuera de algunos.
Me gusta mucho cómo plantea los diálogos Greene, cómo describe los lugares, cómo expone las situaciones. Me parece un gran novelista, también en esta novela pretendidamente de tono menor.
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