Viajar abre horizontes. Desde el viaje último, miro con más cariño a los míticos vendedores de los bazares de Oriente. Y, por extensión, a todo artista del regateo.
Nada de ese arte del regatear existe en Inglaterra. Los conserjes, funcionarios, vigilantes son cortantes en sus negativas. Te dicen que no y muérete.
En cambio aquí siempre te queda el derecho humano básico a que a tu queja le corresponda una respuesta comprensiva por parte del que ejerce la autoridad, aunque sólo sea la mítica frase: "Yo es que soy un mandado", o esa otra de "Qué me va a decir usted a mí, pero" o algo como "Si tiene toda la razón, pero yo no puedo hacer nada".
En Inglaterra te dicen que no y se van. Paredes de hielo. Y si quieres discutir una negativa, cómprate un loro.
El otro día, con M., no le dejaban sacar fotos (sin flash) de una exposición de libros con dibujos de Luis Seoane [por cierto, qué mal está envejeciendo la obra de Seoane: da miedo]; el de seguridad no nos dejó al final, pero nos dio explicaciones, puso cara de querer comprendernos, aludió a oscuras quejas de otros visitantes y se remontó a sus superiores. Como debe ser.
Interesante post,pero lo que comentas se puede hacer extensible a toda España y no sólo a Santiago,aunque si es cierto que en Galicia todo es más cercano y si vas a puerto de mar,más.
ResponderEliminarUn saludo.
Yo me refería a Inglaterra respecto a España en general, o quizá a todo el norte de Europa respecto al resto del mundo.
ResponderEliminar¡Sí! Gran entrada: se estira un poco y sale un artículo de Camba para Aventuras de una peseta.
ResponderEliminarEs la magia de la flema inglesa: son capaces de mandarte a la merd de una manera tan cortés, que les das las gracias y todo. Por experiencia lo digo.
ResponderEliminar