De aquellos convulsos meses, me alegra recordar que estuve en Burgos al acabar febrero: luego nos encerraron y pasó de todo. El Domingo Laetare me congratulaba de que todos estuviéramos bien, aunque confinados.
Mientras estaba encerrado, acabé de contar el viaje a Florencia, seis meses después, con la iglesia de la Annunziata. Antes había recogido en el blog un día que fuimos desde Florencia a Prato, Pistoia y Lucca, una excursión memorable, donde visitamos la impresionante Catedral de Prato y la Basílica de Santa María delle Carceri, Luego Pistoia tenía una Catedral y Baptisterio impresionantes. Y Lucca, también impresionante. De Florencia misma, el penúltimo día allí visité el palazzo Pitti. Tengo un gran recuerdo del Cenacolo de Andrea del Castagno. Y el Museo del Bargello, que maravilla, el edificio y una estatua de Verrocchio y luego las esculturas, de las mejores de la historia de la humanidad, y la colección de marfiles. Y el Palazzo Rucellai.
Además, hablaba de Sohrab Ahmari, al que he ido siguiendo desde entonces, en la primera línea de las guerras culturales que hay que pelear.
Me enteraba de la muerte de José Jiménez Lozano y recogía dos cartas suyas.
Ponía textos del Siglo de Oro, en concreto esto de fray Lorenzo de Zamora, de Dios como cazador:
no hay huir de los divinos ojos, porque ellos siguen al pecador como alguaciles y con el hurto en las manos prenden al culpado y le encarcelan. Semitam meam et cubitum meum cinxisti, tiene Dios cercado el vivar, la red de sus ojos esta encima, no se le escapará el pecador por ninguna parte. Iter in quo ambulo et locum in quo recumbo explorasti. Aunque haga el hombre más marros que la raposa, aunque se agazape más que un conejo, aunque siga con más velocidad que los ciervos el galope, aunque esconda la cabeza más que la perdiz y de más mañas use, todo lo ve Dios, todo lo advierte y lo mira, porque sus ojos son mucho más claros, más resplandecientes y hermosos que el sol del mediodía. Multu plus lucidiores sunt super solem.
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