En marzo de 2019 comenzaba el mes comentando el Cuento de invierno de Rohmer.
Disfrutaba con otro de los volúmenes de los Diarios de Andrés Trapiello, Diligencias. A propósito de ello, me acordaba de grandes novelas de Solzhenitsyn y señalaba lo exagerado que es el culto a Castelao.
Estamos en marzo: hace cuatro años me fijaba en lo mismo: los narcisos, los ciruelos florecidos, los camelios repletos de camelias.
A propósito de las Memorias de Koestler, meditaba en lo destructivo de la ideología comunista.
Buena parte del mes de marzo de 2019 lo ocuparon cuestiones sobre la razón victimológica, el escándalo que se armó al descubrir cómo estaba colando artículos estúpidos para ridiculizar a la élite de los estudios en ciencias humanas: los estudios quejicas (y aquí más, con entrevistas). Está también el escándalo de Evergreen College.
Contaba de una excursión a Orense, donde visité la Capilla del Cristo en la Catedral, el paroxismo del barroco mundial. También me detenía en contar sobre la Catedral.
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