En el repaso del ser humano que hace fray Luis de Granada en la Introducción al símbolo de la fe, hace grandes elogios de la memoria. Esto le va a gustar a Gregorio Luri, especialmente lo que pongo en negrita:
Mas volvamos a la memoria, la cual es un singular beneficio de Dios, y aun gran milagro de naturaleza. Y digo beneficio, porque ella es depositaria de las ciencias, pues solo aquello sabemos de que nos acordamos. Ella es ayudadora fiel de la prudencia; la cual, por la memoria de las cosas pasadas, entiende el paradero y suceso de las presentes y venideras. Ella es conservadora de las experiencias, las cuales sirven no menos para la ciencia que para la prudencia. Ella es madre de la elocuencia, y la que nos enseña a hablar, guardando dentro de sí los vocablos de las cosas con que explicamos nuestros conceptos y nos damos a entender (...) Ella misma nos habilita para todas las artes y todas las ciencias, guardando y reteniendo en sí las reglas y preceptos dellas; sin la cual el leer libros o cursar escuelas sería coger agua -como dicen- en un harnero [=criba] (...) Y sobre todo esto, sirve ella para hacer a los hombres agradecidos a Dios, trayéndoles a la memoria los beneficios recibidos para darle gracias por ellos, pues por todo se ve lo que debemos al criador por este singular beneficio (266).
Justo ahí entra en la didáctica de las lenguas clásicas:
acordarse los hombres de una historia, donde las cosas van encadenadas y tienen dependencia unas de otras, no es mucho, mas ver que un muchacho toma de coro [=de memoria] cien vocablos griegos o latinos, cuya significación no entiende y no tienen dependencia unos de otros, y que, repitiéndolos en la memoria siete o ocho veces, de tal manera se le asienten y permanezcan en ella que, si a mano viene, estén allí guardados hasta la vejez, y que todas las veces que los quisiere repetir salgan de aquel seno donde estaban y vuelva la memoria fielmente el depósito que le fue encomendado, ¿no es esto cosa de grande admiración? Pues ¿qué diré de los que saben las cuatro lenguas -latina, griega, hebraica y caldea- donde es necesario que el que las ha de entender y hablar tenga en la memoria tanta infinidad de vocablos como hay en todas estas lenguas, y que todos le sirvan las veces que quisiere hablar en ellas? (266)
¡Qué grande es fray Luis! ¡Qué mirada más limpia, la suya!
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