Todo el repaso del blog estos meses era una preparación que estaba haciendo para animarme a repasar lo que escribí en mayo de 2020, después de pasar dos semanas en la UCI.
La primera entrada era una fe de vida. En la segunda contaba que quedaba libre del virus el día de mi santo. La tercera era la vuelta a casa, con una continuación emocionada. Hablaba también de lo que estaba leyendo, en esos días de felicidad. El día de mi cumpleaños hacía consideraciones muy oportunas, en aquellos días de felicidad, de plenitud.
Yo estaba muy agradecido a todo el personal del Hospital, sobre todo a las enfermeras de la UCI y quise escribir una serie, poniendo todo mi cariño en ello. Luego las releí unos meses después y me deprimí: no había querido releerlas, pero ahora que las he repasado, estoy contento de cómo quedaron: esta es la primera, que sí que me gusta. También me gusta la descripción detallada de cómo iban cubiertas con todo tipo de mascarillas y adminículos, en aquella UCI de película distópica. Aquí hablo de Verónica, una enfermera que me puso música en la UCI. Esta entrada es sobre Chus, la enfermera con poca autoestima. Aquí hablo de otras más jóvenes, entre ellas la que me puso en contacto con mi madre y mis hermanas por teléfono. La última era sobre las enfermeras más mayores, tan maternales. También me gusta ahora releer lo que escribí sobre los médicos que me trataron.
Aquellos días me había leído una biografía de Wittgenstein que me había gustado mucho y me había fijado en cuando jugaba al parchís. En otra entrada recogía otras cosas interesantes suyas. También hablaba sobre lo confesional en la filosofía.
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