Acabo mi lectura de Historia de la filosofía. Poemas, de José Miguel Ibáñez Langlois con la parte que se me ha hecho más pesada, la de la filosofía moderna. La filosofía actual, en cambio, era más interesante. Se centra especialmente en Descartes, pero también en Nietzsche, al que parece admirar, dentro de la radical diferencia de pensamiento, y en filósofos actuales, especialmente Husserl, Heidegger y Sartre. Acaba hablando del estructuralismo. Se asoma un poquito a Foucault, pero hasta ahí llega.
A mí me ha gustado este poema sobre la "posibilidad de la no clarificación":
UnaufgeklärtheitsmoglichkeitNo sale gente como Malebranche en esta Historia de la filosofía, pero sí el cura de Ars:
qué nombre más complicado para una cosa que no existe
en la historia de la filosofía los nombres más complicados
se los llevan las cosas que no existen
las cosas que no existen
tienen una rara predilección por el alemán para no existir
prefieren no existir en alemán
lo cual es una forma de inexistencia mucho más perfecta
que dedicarse a no existir en sánscrito
o en inglés por ejemplo qué vulgaridad
o en latín por ejemplo donde todo existe (p. 216, n. 94).
El santo Cura de Ars fue contemporáneo de Fichte Schelling Hegelpero por cierto que no leyó sus obrasa duras penas leyó el Catecismo de Trento para los párrocosen su formación eclesiásticatuvo serios problemas con la lógica y la metafísica lo dejaron ordenarse por misericordiapero por su confesonario pasó de rodillas casi todo el siglo XIX
y sus diez horas diarias de confesión le abrieron todos los secretos
sobre Dios sobre el alma sobre el mundo
ojalá Fichte Schelling y Hegel hubieran pasado de rodillas por su confesonario
otro gallo cantaría en el siglo XX
oh lógica oh metafísica trascendental
estas cosas no se consignan para vuestro honor y gloria (p. 217-218, n. 97).
Amaba a los animales y las flores silvestres
Italia Cristo y la música lo hacían llorar
de ternura de pura belleza de oscura envidia
era un poeta muy superior a Heine o Hölderlin
no se sabe si Zaratustra hablaba por él o si era ventrílocuo
escribía los Evangelios al revés
de rodillas sobre una tierra imaginaria más allá del bien y del mal
odiaba a Dios con tal intensidad
que un día se convirtió en el revés de sí mismo en su más allá
se convirtió en un Nietzsche imaginario
de rodillas sobre una tierra espantosamente real
llorando a mares sobre su propia tumba
susurrando a las flores del sepulcro
guarden bien mi secreto
yo soy Dios y por eso enloquecí (p. 238-239, n. 25).