Me he puesto a buscar en los veinte años de este blog y no he encontrado casi nada: ya se ve que esto no es en realidad un diario, porque cosas muy básicas de mi vida parece que las cuento solamente de pasada, por ejemplo esta de que siempre he sido del Real Madrid. En una entrada parece como que le fuera a dar la espalda, en esta hago una alabanza, que creo que me salió bien, de Zidane, aquí me alegro de la décima, pero en voz baja, como pidiendo perdón. En otra me acuerdo de cuando nos machacaba el Milan. Pero el hecho es que me alegro mucho de las victorias del Real Madrid.
La clave es que es el equipo que seguimos desde niños, que era el equipo de mi padre, al que alegró la novena cuando ya estaba muy mal. Siempre hemos sido del Madrid. Yo tengo recuerdos muy en blanco (y negro), debían de ser los años setenta en el pueblo, de partidos ganados en el último suspiro, de remontadas épicas, que veríamos en una tele mínima, borrosa, con granulados grises. También me acuerdo durante la carrera, que hasta lo oímos en la radio a veces, remontadas imposibles. Y así siempre, hasta estos últimos años de victorias a las que hasta nos estamos acostumbrando.
La victoria de este sábado fue otra alegría. No quiero ponerme, como muchos comentaristas que he leído, ni épico ni quiero caer en religiones no digo ya políticas, sino deportivas: es un equipo de fútbol, pero es lo único que me da alegrías en el panorama externo (además de las que nos da mi sobrina): miras la política y yo veo muy negro el futuro, porque va a ser imposible que se vaya el que manda ahora, ese psicópata, ni con escoplo; en la Iglesia, aunque tengo una fe real en que todo al fin está bien, cada poco tengo que hacer actos de fe, en un panorama que de tejas abajo (no hay que miras de tejas abajo, no es verdad, porque todo se juega de tejas arriba) parecería como un asilo de ancianos con todos peleados, capitaneados por la generación del 68, que tampoco suelta el timón ni con lejía. No ayuda leer los agudos análisis de Chantal Delsol. En el mundo cultural los que dominan son los mismos; hasta algunos que se supone que serían más cercanos a mí tampoco me caen muy allá, empezando por Juan Manuel de Prada, al que no puedo soportar y que no hace más que aparecer por todas partes.
El fútbol es eso, un deporte, pero gracias a Dios yo no estoy instalado en la derrota como metafísica del Atlético de Madrid, ni en la representación de un impulso prometeico del Barcelona, ni me preocupo en absoluto de cómo le vaya al Compostela (me importa un bledo). Estoy en un equipo que nos da grandísimas alegrías: no van a ninguna parte en el orden del mundo, pero son eso, señales de la posibilidad de algo mejor, de que no todo tiene que ir a peor.
Pues sí, un modelo de cómo ser uno bueno en lo suyo, que no es poco.
ResponderEliminar