lunes, 4 de diciembre de 2023

Etiquetas de Evelyn Waugh

Me he enterado de que ha salido Historia de una isla de Vololazkin, el autor de Laurus, y ya estoy nervioso y además quiero leer algo más de Jon Fosse, sobre todo Septología, que ha salido en un solo volumen, pero sigo amarrado al banco de las lecturas obligadas, aunque también gustosas: después de revisar en clase a Homero, Hesíodo y la lírica arcaica, tengo ahora, por razones que no vienen al caso, que hacer una lectura sistemática de toda la producción de Evelyn Waugh anterior a 1939.

Comencé con las dos primeras novelas, Decadencia y caída y Cuerpos viles, que no sabría si recomendar, salvo a los muy cafeteros wavianos (=amantes de Waugh). Supongo que siguen resultando graciosas para los que están más en el ajo o los que tienen más dominio filológico o de la biografía del autor. Yo me reí bastante en unas pocas páginas de cada una de ellas, pero lo demás fue como picar piedra: interesante, pero no lo más divertido del mundo. Es difícil que el humor dure años, no digo ya décadas, por no remontarme a Aristófanes, que aunque lo pongan de modelo a mí no me parece gracioso; lo es daquela maneira si has visto todo tipo de explicaciones y contextos filológicos, y ni siquiera así. Es muy difícil encontrar una comedia perdurable.

En cambio disfruté mucho de Etiquetas, su primer libro de viajes, de 1930, en el que cuenta un recorrido a lo largo del Mediterráneo el año anterior, durante tres meses. Se embarcó en Montecarlo, recorrió la costa de Italia, pasó a Egipto, sobre todo a Port Said y luego a El Cairo, después de haber recalado en Haifa y Nazaret en la Palestina de entonces, y lo que más me interesó, pasó por Constantinopla y Grecia, y luego, pasando por Malta, por España, donde se detiene en Barcelona, Málaga, Sevilla (a la que hace enormes elogios) y Gibraltar (habla muy mal de la roca, sin cortarse). Me acordé mucho del viaje por el Mediterráneo de Newman, tan distinto en todo y con parámetros paralelos: recorrido tomando muchas veces como referencias los lugares de asentamiento británico, con mirada muy británica y capacidad (en ambos) de admirar lo extraño o exótico, por encima de prejuicios, con mirada de comprensión y hasta deseos de asimilación.

Antes de seguir, he mirado en este mismo blog, porque recordaba haberlo leído y sí, aquí hablé del libro en 2010. En realidad solamente decía que me había divertido mucho. El hecho es que no recordaba nada de nada de esa primera lectura.

Me parece un modelo de libro de viajes: no comenta nada que resulte trillado y a la vez está describiendo un viaje bastante prototípico de un inglés de la época. Hay todo tipo de comentarios afortunados, graciosos, inteligentes o meramente sensatos, por ejemplo que el mármol de Atenas no es blanco, sino "marrón rosáceo muy claro": así es y así lo vi este verano.  

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