lunes, 6 de mayo de 2019

Newman por el Mediterráneo

Todo lo que sale de Newman lo leo. En la editorial Encuentro han publicado buena parte de sus obras y casi todas editadas y traducidas por Víctor García Ruiz, una garantía. 
Esta vez ha hecho una selección de textos en torno al viaje que Newman hizo en 1833 con su amigo Hurrell Froude por el Mediterráneo, esperando vanamente de ello la curación de este. Cuando se publicaron los textos que había dejado Froude aquello fue una conmoción en el anglicanismo, porque se vio cómo se iba acercando a postulados «católicos». Yo lo que he visto es que al menos en este momento Newman estaba bien lejos de hacerse católico: no sólo es que siempre fue todo lo inglés que se puede ser, es que en este momento Roma para él es un lugar que le impresiona como enterramiento de los apóstoles, pero también porque es la Babilonia del Apocalipsis. En Roma conocerá a Wiseman, encontrará simpáticos a los ingleses católicos que conoce, pero da la impresión de que ni se le pasa por la cabeza hacerse católico.
A mí me ha parecido un libro fascinante, aunque no es exactamente entretenido. En primer lugar te enteras de lo poco cómodo que era viajar, aunque fuera por mar, de Inglaterra hasta Grecia, y eso que iban de colonia inglesa en colonia inglesa: Gibraltar, Malta, Corfú y otras zonas de Grecia entonces ocupadas tras la liberación de los turcos. 
Casi todo el libro son cartas, a su madre, a sus hermanas, donde describe todo en detalle. La mayor preocupación es saber cuándo llegarán las cartas, porque pueden tardar hasta dos meses; de hecho se pasará a veces semanas sin saber nada de Inglaterra. Hay también en el libro partes de su diario. Describe muy bien las incomodidades del viaje en barco, las semanas que tiene que pasar en cuarentena en Malta para poder cruzar a Italia, lo necesario que es llevar cartas de recomendación.
Sólo hay esbozos de lirismo en la descripción de paisajes, especialmente los griegos, que mira con la Odisea y Tucídides en la mano, y los sicilianos, que le impresionaron tanto que quiso volver allí. En Sicilia sufrirá la enfermedad que casi lo mata y que supuso un momento decisivo en su vida.
Si algo me ha llamado la atención es ver aquí a un Newman muy terreno, que sale de viaje lleno de preocupaciones por las sinecuras de la iglesia anglicana en Irlanda y los debates políticos que las ponían en discusión, intentando colocar a un amigo en la Universidad y con peleítas también con la máxima autoridad de su College. A la vez, es asombrosa la finura de su conciencia; cuando se ve cercano a la muerte le atormentarán esas peleas académicas, pero en conjunto podrá decir una frase que es central en su vida: No he pecado contra la luz.
Vuelto a Inglaterra, se apresta a la misión que ha visto en Sicilia que tiene que pelear: la liberación de la Iglesia (el cree todavía que es la Iglesia de Inglaterra la verdadera) de los enjuagues políticos, la vuelta a una fe que él cree que se puede revivir en la base del anglicanismo frente a las tentaciones protestantes. Es ahí cuando empieza aquellos folletos (los Tracts for the Times) que incendiarán el anglicanismo y que darán lugar al llamado Movimiento de Oxford, tan complejo.

El volumen tiene alguna pega: tipográficamente no está tan cuidado como debiera: hay erratas, los textos del Diario no se separan claramente de las cartas, con lo que parecen casi notas a pie. Todo hubiera estado mejor con una revisión completa. Sobre todo me ha asombrado lo mal transcritos que están los nombres griegos y que cuando Newman cita algo en griego el editor lo traduzca, pero no ponga, ni siquiera en nota, el texto original.

[aquí tenéis las primeras páginas en PDF]

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