He terminado, pero un poco por el prurito de acabarlo, el libro de Memorias de Josef Pieper (ya hablé mal de las primeras páginas): es un desastre, no sabe contar las cosas, se fija en lo que a mí me parece o banal o tonto, no sabe sacarle partido a personas que conoció (Heidegger, San Juan Pablo II, el Cardenal Ratzinger, T. S. Eliot), en sus viajes va a sitios tontos o ridículos y en ellos se fija en cosas secundarias: en México visita un restaurante donde dan sustos con disfraces de muertos, eso es casi lo único que cuenta de allí. Vamos, que filósofo era (aunque se me han quitado bastante las ganas de leer más libros suyos), pero de percibir la vida no parece que supiera mucho.
De todos modos, hay destellos. Un capítulo largo sobre la India, bastante caótico y aburrido, tiene este párrafo valioso (le interesaban mucho las religiones comparadas):
(...) hice una pregunta que luego haría durante mi viaje a varias personas más. "Puesto que una fiesta es un día de alegría, ¿de qué se alegra el hindú cuando celebra sus fiestas?" A menudo de primeras no se entendía esta pregunta evidentemente muy «occidental», de modo que tenía que explicar lo que quería decir. El profesor respondió pasado un momento: "Nos alegramos de que la divinidad pueda escuchar nuestra oración y de que también quiera hacerlo". Otro dijo que la razón de la alegría era la certeza de que la luz triunfará siempre sobre la oscuridad. La respuesta más grandiosa la recibí más adelante de un artista, que tras una fase secularista había vuelto al hinduismo ortodoxo: es la alegría de ser una creatura que Dios ha hecho con alegría (395).
También esto que dice sobre el porvenir de la filosofía:
(...) tal vez, bajo el dominio de la sofística y de la pseudo-filosofía, la verdadera filosofía sencillamente desaparecerá como algo autónomo y distinguible, y el objeto específicamente filosófico, la raíz de las cosas y el significado último de la existencia, solo será pensado por quienes crean (514-5).
No hay comentarios:
Publicar un comentario