En ese mes de febrero de 2017 estaba contento, hasta el punto de que caía en la cuenta de que no me estaba fijando en las flores, por ejemplo los narcisos:
Seguía contando cosas del verano que había pasado en Viena:
- Cerámica y escultura de la Grecia arcaica.
- Esculturas griegas clásicas y helenísticas en el KHM.
Leí Mi lucha contra Hitler, un grandísimo libro de Hildebrand, donde vi muchos paralelos con el papanatismo que surgió en España respecto a Podemos. Allí también hablaba Hildebrand con ironía sobre congresos académicos. También explica de modo fascinante la función de los judíos en el mundo moderno.
Comentaba yo entonces un volumen de diarios de Enrique García-Máiquez, Un largo etcétera.
Citaba unos pasajes preciosos de san Juan de Ávila sobre la caña cascada y el silbido de Dios.
Citaba un verso de Las Bacantes y otro de Arquíloco.
Me citaron en el juzgado y yo me vi envuelto en cadenas, casi a punto de la horca.
¿Y qué pasó al final con aquello del juzgado? No recuerdo entradas posteriores... pero tampoco recordaba esta, así que de mi memoria no nos podemos fiar.
ResponderEliminarQuizá no lo conté: habían puesto una denuncia, pero quedó claro que la culpa era suya en el choque y la retiraron: todo se quedó en nada.
EliminarMe leí lo de sus problemas con la justicia, y como sabía que muy mal no habría terminado, ya que sigue usted libre, el dramatismo del relato no hizo mella en mi ánimo y lo leí con regocijo como si fuese pura ficción, y me reí mucho. Me hizo gracia sobre todo esa preocupación de que pudiese ser cosa de los listos más tontos. Creo que es usted casi tan hipocondriaco como yo, no wonder a los dos nos gusta Woody Allen. Conduzca con cuidado.
ResponderEliminarQué bien aparecer ahí. Muchas gracias.
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