viernes, 4 de julio de 2025

Una carta de Mateo Arbeloa

Esto es lo último que voy a citar de las cartas del matrimonio de Mañeru, en Navarra. 

Mateo Arbeloa era labrador. Sus estudios, que yo sepa, fueron en la escuela del pueblo, de niño. En alguna carta menciona que lee libros piadosos. Era un hombre excelente en todos los sentidos, trabajador, generoso, noble. Con el lenguaje que tenía a mano, consigue transmitir una emoción muy viva, a veces con expresiones muy originales, como la de "volverse papel". A la vez, es un lenguaje familiar ("esposica", eso tan navarro -y burgalés- de usar "podría" por "pudiera", ese "les"):

Esposica de mi alma: Con el corazón lleno de gozo trato de pasar un ratico contándote alguna cosilla, y especialmente enviándote los más tiernos cariños y besos por medio del papel. ¡Quién se podría volver papel de cuando en cuando! Al ponerme a escribirte ya no acierto a pronunciar, mejor dicho, a escribir, porque si fuera que te podía hablar, qué bien nos entenderíamos, ¿verdad, dulzura? Y aquí pasa lo contrario, que para quedarnos más satisfechos tiene que ser con mucho papel, y todo lleno. ¿Qué te diré yo, en tan poco tiempo que hace que te mandé la otra [carta]? Pues lo de siempre, amor mío: que te quiero más que antes, que te amo mucho más, que cada vez que leo tu carta y veo a Manolín, les beso y aprieto contra mi pecho. Ni un instante desaparecéis de mi pensamiento, aunque esté jugando, y mucho menos al hacer mis oraciones.

Me acuerdo de que mi abuelo Epi era de su edad, casado con mi abuela Aurora, también en el frente y con un hijo pequeño (luego nacerían mi padre y mis tíos). Escribiría cartas a mi abuela y el cariño seguro que era parecido. 

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