Era un domingo de retiro. Acabamos a las cuatro y media y varios estuvimos viendo el partido de Alcaraz: fue todo muy raro, muchas alternativas, Zverev era muy alto, parecía que tenía un saque mortal, pero el hecho es que al final perdió. Lo hablé luego con mi madre, comentamos que nos dio pena, aunque también nos daba alegría la victoria de Alcaraz: todo no puede ser.
Fui a votar a Medicina. Había un señor, como enclenque, quejándose de que en la mesa de las papeletas, estas no estuvieran ordenadas alfabéticamente. Entre el señor enclenque y el personaje de Larry David, del que me acordé luego, debo de estar yo, es tristísimo lo mío.
Era una noche de elecciones pero sin resultados a la hora habitual. Fueron, los resultados, como frustrantes. Me he acordado de un artículo que leí el otro día de Richard Ford, un escritor que siempre me gustó, en el que este decía "Antes que a Donald Trump, votaría a un chimpancé". Le bastaba, para votar a Biden, con que "para cuando lleguen las elecciones, todavía pueda mantenerse en pie y hablar". Esto lo dice alguien que me merecía respeto por su oficio, no, ya se ve, por sus ideas políticas: y luego están los que critican las ideas del amigo-enemigo de Carl Schmitt, cuando es un hecho prácticamente empírico, como se puede ver. Doy todo este rodeo para decir que el psicópata que nos tortura en España sigue en la poltrona y ahí seguirá. Y toda su co(ho)rte por ahí, tan pichi.
Pero está bien aprender a vivir con la frustración en temas de política, como dice Gregorio Luri.
No hay comentarios:
Publicar un comentario