El día fue glorioso: cielo azul, mar azul como de las Bahamas en las playas que íbamos viendo al pasar por Muros, Carnota, el Pindo. Yo estaba orgulloso del esplendor del paisaje, desplegado para mis nuevos amigos.
Paramos a ver un hórreo, el de Lira, el segundo más grande de Galicia, con 37 metros (el más largo, cerca de Rianxo, es ¡35 cm! más largo). Este es muy armonioso, de finales del XVIII.
A mí casi me llamó la atención más el palomar, pura abstracción, que había al lado. Luego vimos unos cuantos más: eso pasa. A partir de ahí nos pasamos el viaje señalando hórreos y palomares.
Estuvimos también en la iglesia, viendo las tumbas del cementerio, algunas de ellas con conchas, una con un poema. Descubrimos a lo largo del día que compartíamos el interés por los cementerios y que hay una palabra para eso, tafófilo. También estuvimos en el antiguo de Finisterre, muy historiado. No conseguimos distinguir en la ladera el de Portela, muy para modernos, que lleva 25 años vacío.
Al llegar al Pindo, paramos a visitar la cascada del Xallas, que nunca había visto con agua (hay un embalse encima). Era una maravilla, la obstinación del agua por encontrar un camino, justo al lado del mar, pero la piedra, durísima, no se dejaba:
Era tremenda la fuerza ciega del agua. Pero más dura era la piedra.
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