Hemos empezado a traducir el fascinante episodio de Glauco y Diomedes en el canto VI de la Ilíada: están los dos ejércitos frente a frente; dos hombres salen de la masa de ellos, por el bando troyano Glauco y Diomedes por el griego, ese Diomedes que lleva desde el canto anterior matando troyanos sin parar. Así de chulo se dirige al único que se ha atrevido a enfrentarse a él:
¿Cuál eres tú, guerrero valentísimo, de los mortales hombres? Jamás te vi en las batallas, donde los varones adquieren gloria, pero al presente a todos los vences en audacia cuando te atreves a esperar mi fornida lanza. ¡Infelices de aquellos cuyos hijos se oponen a mi furor! (traducción de Segalá).
Primero lo elogia (valentísimo), luego le lanza la pulla de no haberlo visto nunca y luego le alaba su audacia de esperar mi fornida lanza. Más literalmente lo que dice es:
τὸ πρίν· ἀτὰρ μὲν νῦν γε πολὺ προβέβηκας
ἁπάντων σῷ θάρσει, ἐμὸν δολιχόσκιον ἔγχος ἔμεινας·
δυστήνων δέ τε παῖδες ἐμῷ μένει ἀντιόωσιν (6.125-7).
antes; pero ahora en concreto mucho destacas
sobre todos por tu audacia: a mi lanza de-larga-sombra resistes.
De desgraciados los hijos que a mi fuerza se enfrentan.
Una alumna relacionó lo de la larga sombra con los cipreses y yo me acordé a continuación de La sombra del ciprés es alargada de Delibes y de ahí me vino el principio del poema del ciprés de Silos de Gerardo Diego:
Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza.
Una lanza que es un ciprés que es una sombra, y que, como la de Diomedes, asusta, es acongojante. Todo junto ahí. Supongo que es una mera coincidencia.
La foto, de aquí.
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