En la ida a Burgos solamente me piqué con uno, al que no le hizo gracia que le diese señales de que le pasase si es que de verdad quería adelantarme en la autovía, pegado como estaba, mientras yo me desesperaba de no poder pasar a un camión que, por su pachorra, yo no podía adelantar. Luego, cuando pude, aceleré a tope y, a su altura, le pité, por razones pedagógicas, porque entre todos tenemos que ayudarnos a conducir mejor. Él se lo tomó a mal y me hizo un gesto con un dedo, no diré cuál.
Había bancos de niebla, que me iban haciendo préstamos, pero no a lo grande, sino de unas gasas de nube a intervalos. Compré empanada en Casa Zapateiro y pan con nueces y pasas y una gran hogaza o bolo. Que por pan no fuera.
Y qué ibas oyendo mientras, os preguntaréis: pues curiosamente, casi nada de la radio. Oí un programa de In our time sobre Gerard Manley Hopkins, muy bueno. A la vuelta les oí también un programa muy ilustrativo sobre la ciudad de Tebas, la griega. Y un programa antiguo de Armonías vocales dedicado a Mozart, al que tengo un poco abandonado: me gusto mucho; junto a cosas que conocía, había otras que no, muy interesantes.
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