El viernes estuve en Valladolid, cuatro horas de clase sobre Antígona de Sófocles, con muy buenos alumnos, que hicieron corto ese tiempo tan largo. Yo hablé de la necesidad de la prudencia como clave y de la Ate, esa divinidad tan importante: la Ofuscación. Todo lo demás era lo más o menos repetido sobre Antígona, que mira que ha sido estudiada, desde todos los ángulos: como para decir yo algo nuevo.
De allí me fui a Burgos y el sábado por la mañana nos lanzamos por ahí: compramos chuletas en Salas de los Infantes, paramos en el pueblo de mi madre, en Hacinas, a ver si encontrábamos un gato muerto que se había colado, no sabíamos cómo, en la casa: debió de salir, porque allí no estaba. Fue un alivio. En la puerta, ya estaba crecido un membrillero, con membrillos grandes, pero que no olían.
Por Hortigüela nos metimos en el valle del Arlanza, que es siempre precioso, pero ahora era una maravilla de árboles entre verdes y amarillos. Estos son de san Pedro de Arlanza:
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