Solo en la fosa

El otro día ponía Marcela Duque un poema de Paul Mariani, La fosa, que me tocó mucho, porque describía lo que me pasó a mí en la iglesia de san Pedro in Gallicantu (=donde cantó el gallo), que construyeron en el lugar donde estuvo el palacio de Caifás. Ese fue el lugar donde llevaron al Señor después de detenerlo, tras sudar sangre en el huerto de los Olivos, esa noche del jueves a viernes, una noche negra, allí solo, quizá en esa fosa del salmo 88, abandonado, negado allí por Pedro, esperando la flagelación, la coronación de espinas, la burla de los soldados, la unanimidad que pedía su crucifixión, el cargar con la cruz, el ser clavado en esa cruz.

Os pediría que leyeseis lo que escribí sobre aquella visita, porque puse ahí fotos de las paredes de caliza que menciona el poema de Mariani y del agujero desde donde lo descolgaron a aquella fosa. Puse además una traducción del salmo 88 y sobre todo una paráfrasis escalofriante de ese salmo que hizo fray Luis de León.

La foto, desde abajo, del agujero desde lo descolgaron, según la tradición. By creisor - Flickr, CC BY-SA 2.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=47212670

Del poema de Mariani he hecho una traducción, pero en absoluto literaria, quizá si bastante literal: es para que volváis al original y lo leáis otra vez ahí.  

En la cisterna de paredes de caliza
abajo, en San Pedro Gallicantu
en Jerusalén, mi espalda contra
la pared, por más que lo intenté
no pude evitar el llanto.
Soy un hombre que ha bajado a la fosa,
le oímos al padre Doyle leer,
un hombre al borde de su aliento,
uno más entre los muertos,
de esos que Tú has olvidado.

¿Y es que invocó los salmos
para calentarlo en su apuro?
La noche antes de morir
lo arrastraron aquí para probarlo,
Las respuestas que pudiera dar
yacían destrozadas en el enlosado.
Luego sus interrogadores se fueron cansando
y se impacientaban. Que otros lo pongan a prueba
por la mañana. Baste por ahora
anudar una cuerda en torno a su pecho
y soltarlo a lo oscuro.

Colgando de sus muñecas, Eli
gritaba, Eli, y otra vez
lo interpretaban mal, pensando
que estaba llamando a Elías.
Así cada uno de nosotros estará solo,
los amigos esparcidos a los vientos.
Salvo uno fuera, en el patio.
cada vez con más frío, listo ahora para negarlo.
Oscuridad: así acabó el salmista.
Mi único acompañante me dejó.