Me voy unos días. Os dejo esta maravilla, de la primera versión del Audi, filia, una impresionante descripción de la belleza y de Cristo en relación con la belleza. Comienza por él definirla (y yo marco algunas cosas en negro y subrayo):
Habéis de saber que, para ser una cosa del todo hermosa, cuatro cosas se requieren: la una, cumplimiento de todo lo que ha de tener; porque, faltando algo, ya no se puede decir hermosa, como faltando una mano, o pie, o cosa semejante; la segunda, es proporción de un miembro con otro, y, si es imagen de otra cosa ha de ser sacada muy al proprio de su dechado; lo tercero, ha de tener viveza de color; lo cuarto, suficiente grandeza, porque lo pequeño, aunque sea bien proporcionado, no se dice del todo hermoso (OC 1.519.14).
Luego describe al Hijo Eterno del Padre como la perfección de la belleza y a todo ser humano bello en esa belleza eterna:
Y para que veáis cuán razonablemente el Hijo de Dios, más que el Padre y el Espíritu Santo, convenía que hermosease lo feo, considerad que así como los santos doctores atribuyen al Eterno Padre la eternidad, y al Espíritu Santo el amor, así al Hijo de Dios, en cuanto Dios, se le atribuye la hermosura, porque Él es perfetísimo, sin defeto alguno, y es imagen del Padre (Heb 1, 3), tan al proprio que, por ser engendrado del Padre es semejable del todo al Padre y tiene la mesma esencia del Padre. De manera que quien a Él ve, ve al Padre (Jn 14, 9), como Él mismo dice en el santo Evangelio. Pues proporción tan igual del Hijo e imagen con el Padre cuyo es imagen, con razón se le atribuye la hermosura, pues tan bien es sacado. Esta luz no le falta, pues que se llama Verbo, que es cosa engendrada del entendimiento y en el entendimiento, y por eso dice San Joan que era luz verdadera, y confesamos que es Dios de Dios, y lumbre de lumbre (Jn 1, 9). Pues grandeza no le falta, teniendo como tiene su inmensidad infinita, y por eso convino que este hermoso, por quien fuimos hechos hermosos, cuando no erramos, viniese a repararnos después de perdidos. Y se vistiese de carne, para en ella tomar las cargas de nuestra fealdad, y dar en nuestras ánimas la lindeza de su hermosura (1.520.17).
Y lo más tremendo, que el Verbo esconde su hermosura:
Y si bien miramos las condiciones ya dichas que se requieren para ser uno hermoso, todas las cuales están excelentemente en el Verbo divino, hallaremos que todas las disimuló y escondió, para que, siendo escondidas en él, se manifestasen en nosotros. ¡Cuán entero, acabado y lleno es el Verbo de Dios, pues ninguna cosa le falta ni puede faltar, y quita él la falta a todas las cosas! Mas a este. tan rico en el seno del Padre, miradle hecho hombre en el vientre y brazos de su Madre. Id por todo el discurso de su vida y muerte y veréis cuántas veces le faltó el comer y el beber en toda su vida, cuán falto de cama para se echar cuando le puso la Virgen en el pesebre (cf. Lc 2, 7), porque ni cama ni lugar tenía en el portal de Belén; cuántas veces le faltó con qué remediar su frío y su calor, y no tenía sino lo que le daban. Y si en la vida no tenía a dónde reclinar su cabeza (Mt 8, 20), como él lo dice, ¿Qué diréis de la extrema pobreza que en su muerte tuvo? En la cual menos tenía donde reclinar su cabeza, porque o la había de reclinar en la cruz, y padecer extremo dolor por las espinas que más se le hincaban en ella, o la había de tener abajada en vago, no sin grave dolor. ¡Oh sagrada cabeza, de la cual dice la esposa que es oro finísimo (Cant 5, 11), por ser cabeza de Dios, y cuán a tu costa pagas lo que nosotros contra tu amor nos declinamos en las criaturas, amándolas y queriendo ser amados y alabados de ellas, haciendo cama de reposo en lo que habíamos de pasar de camino hasta descansar en ti! Y dinos, ¿para qué pasas tanta falta y pobreza? Oyamos a San Pablo que dice: Bien sabéis, hermanos, la gracia que nos hizo nuestro Señor Jesucristo, que, siendo Él rico, se hizo pobre por nos, para que, con la pobreza, fuésemos nosotros ricos (2 Cor 8, 9) (1.523.21).Lo que le falta es la primera condición de la hermosura, estar completo:
Veis aquí, pues, disimulada muy por entero la primera condición de hermosura, que es ser cumplido, pues le falta tanto en el suelo al que en el cielo es la misma abundancia. Pues, si miráis a la otra condición del hermoso Verbo de Dios, como es perfetísima imagen del Padre, igual a Él y proporcionado con Él, hallaréis que no menos que la primera la disimula en la tierra. Decidme, ¿Qué es el Padre sino fortaleza, saber, honra, hermosura, bondad, gozo, con otros semejantes bienes? Pues poned de una parte este admirable dechado, glorioso en sí y adorado de ángeles, y acordaos de aquel paso que había de pasar y traspasar a lo más dentro de nuestras ánimas, de cuando la hermosa imagen del Padre, Jesucristo nuestro Señor, fue sacado de la audiencia de Pilato, cruelmente azotado y vestido con una ropa colorada, y con corona de escarnio en los ojos de los que lo vían, y de agudo dolor en el celebro de quien la tenía (Jn 19,5). Las manos atadas y una caña en ellas; los ojos llenos de lágrimas, que de ellos salían, y de sangre, que de la cabeza venía; las mejillas amarillas y descoloridas, llenas de sangre y afeadas con salivas. Y con este dolor y deshonra fue sacado a ser visto de todo el pueblo diciendo: Mirad el hombre. Y esto para que a Él le creciese la vergüenza de ser visto de ellos, y ellos hobiesen compasión de Él, viéndole tal, y dejasen de perseguir a quien tanto vían padecer (1.523.22).
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