Al llegar a Mantua, salimos de paseo y nos encontramos con la iglesia de san Andrés, un edificio de grandísima solemnidad y elegancia, de naves solemnes porque en el centro están dos jarras con tierra manchada por la sangre de Cristo que recogió Longinos (no me apetece poner "presuntamente" o "la tradición dice", así que no lo pongo: a chiflar a la via el que no esté contento).
Lo que pone a este edificio en los manuales de arte es sobre todo la portada, de Alberti, tremendísima, una especie de recreación muy original de lo clásico:
Como un arco de triunfo. Cuatro pilastras con capiteles corintios. El frontón. Encima un extraño espacio que esconde el óculo que hace tan luminosa la basílica:
Por dentro era todo una recreación primero barroca y luego decimonónica, que había llenado de pintura cada resquicio. A pesar de todo, estaba muy bien. No era como fue luego ver alguna iglesia de Brunelleschi en su prístino diseño, pero muy bien también, sabiendo que casi todo lo que veíamos era del XIX:
Estas eran las capillas laterales, que parece que tienen que ver con la Basílica de Majencio:
El techo, también muy pintado, era como de casetones:
Lo que pone a este edificio en los manuales de arte es sobre todo la portada, de Alberti, tremendísima, una especie de recreación muy original de lo clásico:
Como un arco de triunfo. Cuatro pilastras con capiteles corintios. El frontón. Encima un extraño espacio que esconde el óculo que hace tan luminosa la basílica:
Por dentro era todo una recreación primero barroca y luego decimonónica, que había llenado de pintura cada resquicio. A pesar de todo, estaba muy bien. No era como fue luego ver alguna iglesia de Brunelleschi en su prístino diseño, pero muy bien también, sabiendo que casi todo lo que veíamos era del XIX:
Estas eran las capillas laterales, que parece que tienen que ver con la Basílica de Majencio:
El techo, también muy pintado, era como de casetones:
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