En un kibbutz tenían organizados paseos en por el Mar de Galilea. Claramente querían agradar al público: nada más embarcar, viendo que éramos españoles, en los altavoces empezó a sonar la «canción de la barca», que (espero no molestar con esto) está en la lista de mis diez canciones más detestadas (en todos los géneros). Luego, izaron la bandera de España. Parecían perplejos al ver que no hacíamos nada de lo que suele hacer la gente que no tiene una relación tan conflictiva con su patria como los españoles. Les agradecimos la fineza, de todos modos. Fuimos viendo las costas, el lago de aguas verdes y disfrutando de la brisa (cuando nos movíamos).
De vuelta a tierra, fuimos al monte de las Bienaventuranzas. Yo ahí no estuve tan emotivo, lo que me llevó a pensar si sería porque «cojeo» por ese lado. La verdad es que hacía un increíble calor, así que tendría que haber sido como los nacionalistas enloquecidos (pleonasmo) con sus «patrias» para entusiasmarme con nada a aquellas horas y con aquellos calores. Las buganvillas, de más colores de los que yo conocía, estallaban por todos los lados y le daban color a todo, pero aun así. Y claro que estoy a favor de los bienaventuranzas, faltaría más. También hay que tener en cuenta que el santuario, dentro del ranking de veracidad está solo en el grado «posiblemente y con dudas»; ni siquiera «probablemente». Vamos, que era un sitio con buena vista y ya está. Me senté dentro, pegado a un ventilador y seguía sudando como un pollo.
Pero fuera las vistas, qué vistas:
¡Qué gran entrada!
ResponderEliminarPor lo demás, yo creo que me emocionaría en el lago de Genesaret casi más que en Jerusalén; las dos pescas milagrosas creo que son (de) las partes que más me gustan del Evangelio. Es una alegría ver a Pedro, que me cae tan bien, tan lleno de defectos, lo fino que está en ambas ocasiones...
Una pesadilla de canción, sí. En la versión catalana (que también la hay) casi produce alucinaciones auditivas. No obstante, en mi ránking la "canción de la barca" es superada por la versión del Padre Nuestro con música de The Sound of Silence de Simon & Garfunkel, afortunadamente desaparecida (sic transit gloria mundi). Como relatas tu estancia en el monte de las Bienaventuranzas, he hecho una asociación que me desasosega. ¡Suerte de vistas: del lago y del monte!
ResponderEliminarLa de blowing un the wind, tampoco le va a la saga.
ResponderEliminarQué disfrute de entradas, Ángel.