Casi de despedida, visité una exposición sobre la melancolía en el Museo Nacional de Escultura. No voy a calcinarme con la comisaria (que es la directora, María Bolaños, una sectaria frívola): al menos reunió cuadros muy buenos de Rubens, Ribera y otros. Pero el hecho es que los textos y la línea museográfica (las excusas para juntarlos) eran un delirio de estupidez.
Pero para qué enfadarse si estaba, por ejemplo, un Cristo de Mabuse:
Luego me fui al Museo. Han puesto algunas salas más. A mí me alegró encontrarme el busto de Azara:
Y la portada de su traducción de la vida de Cicerón:
Al salir, pasé cerca de la casa en la que viví varios años estupendos en Valladolid. Debajo el Patton, igual de rancio que entonces:
¡Impresionante el Mabuse!
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