El castillo de Čakovec tenía dos virtudes: tenía tejado y tenía calefacción, así que nos metimos a ver si escampaba. Resultó ser un Museo de etnografía e historia que a mí me entretuvo mucho; era como el Museo do Pobo Galego (que si cómo cardar el lino, que si el encaje de bolillos, que si cosas hechas de miga de pan, como en san Andrés de Teixido: el mundo al final es muy repetitivo), con el añadido de las primeras salas, de recuerdos de la guerra de 1991.
En una sala estaba la figura girardiana, preparada para cargar con la culpa colectiva por el fuego:
A mí sobre todo me interesó la vida de esa zona entre croata y húngara. Por ejemplo estas recetas:
O carteles bilingües en húngaro y croata (el colmo de la ininteligilibilidad, para gente del área romance):
Bueno, creo que sacaste partido de los inconvenientes y lo pasaste bien. Es una cualidad muy necesaria, creo que mucho. Lo aprendí de mi padre, el que cualquier situación podía ser propicia para algo interesante.
ResponderEliminarUn abrazo