En una asignatura estamos leyendo la Ilíada y en otra, traduciendo a Tucídides (y para colmo me pagan por ello).
De lo poco que llevamos del primer año de la guerra del Peloponeso (empezamos en 2.21), ya hemos podido mascar la tensión dentro de los muros de Atenas, donde los tiene encerrrados a todos Pericles. Su táctica es atacar por mar y resistir dentro.
Los espartanos se dedican a devastar los campos del Ática.
Se están forrando los vende-oráculos, que te dan el que quieras más a tu gusto: ὧν ἀκροᾶσθαι ὡς ἕκαστος ὥρμητο que leído sería algo así como: hoon acroásthai hoos hécastos hoórmeeto: «a escucharlos cada uno por su lado se lanzaba» (o «se afanaba», que eso ponen otros manuscritos: ὥργητο).
Los jóvenes, sin recuerdo de guerras previas, quieren salir a partirse ya la cara con el enemigo.
La gente se va juntando en grupitos afines, a discutir. Están cabreados con Pericles: no se acuerdan ya de que le apoyaron: le echan la culpa de todo. Él ve el pastel y evita convocar asambleas o reuniones de cualquier clase (en tiempos de turbación, no hacer mudanza, Cameron: τοῦ μὴ ὀργῇ τι μᾶλλον ἢ γνώμῃ ξυνελθόντας ἐξαμαρτεῖν «para que no erraran más por rabia que por razón»).
A la vez, manda repetidamente jinetes a enfrentarse a las avanzadillas enemigas. En una de esas, el bando espartano (los beocios en concreto) hacen darse la vuelta (τροπὴ tropé) a los atenienses y erigen un monumento (τροπαῖον tropaion = latín tropaeum = trofeo). Hay tan pocos muertos que levantan los cadáveres el mismo día sin necesidad de treguas: Tucídides lo borda ahí en aliteración y arquitectura, con cuantro palabras que empiezan con α: ἀνείλοντο [μέντοι] αὐτοὺς αὐθημερὸν ἀσπόνδους anéilonto [el mentoi «así pues» podemos obviarlo] autús authémeron aspóndus «levantaron esos el-día-mismo sin-treguas».
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