Pedí una ensalada César, que no había probado nunca, pero que me sonaba de las películas, y emperador de pendant. Y la pana cotta del postre tampoco sabía bien yo qué era, pero en la alegría de aquella comida todo animaba a salirse del carril (bueno, todo muy morigerado, como debía ser en aquella mesa de respetables comensales, que ni tenían el fútbol por metafísica ni el malditismo como presunción).
Yo abrí la faena metiéndome con los romanos en general, acogiéndome a Simone Weil. Ahora, al recordarlo, me río: la desaprobación de todos -sed magis amica veritas- fue bien amable.
Criticamos solo a quien se lo merecía y entre distingos. Salieron recomendaciones de libros para dar y tomar. Nos dolimos de verdad y con detenimiento de los males de la patria, sin acertar a vislumbrar una salida, pero ya digo, tan contentos.
Y nos pasmamos ante el enigma de Simone Weil. Justo ayer leí esto de Flannery O'Connor (CW 1014):
Simone Weil es un misterio que tendría que hacernos a todos humildes, y que a mí me hace más falta que a la mayor parte de la gente. Además, es ejemplo de una conciencia religiosa sin religión que puede que antes o después yo sea capaz de tratar en mi obra.Pero Flannery se murió sin tiempo de crear personajes como Simone Weil.
Simone Weil is a mystery that should keep us all humble, and I need it more than most. Also she's the example of the religious consciousness without a religion which maybe sooner or later I will be able to write about.
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