Cruzamos con Ryanair la manta de nubes de Santiago, de la que por suerte quedaban restos deshilachados en Madrid: hacía calor, pero llevadero.
Al sentarnos para la reunión académica -una hermosa vista desde el edificio de la UNED- una profesora llevaba un libro de Rosenzweig y yo le conté mis balbuceantes ganas de conocer ese mundo, el de esos filósofos de la primera mitad del XX que me parecen tan fascinantes, pero que veo que me superan. Y salieron los nombres de Scholem, Strauss, Buber, Lévinas. Todos judíos.
Fue muy fructífera la reunión y sacamos cosas bien interesantes de ella, aunque yo cada poco me acordaba de la visita -tres horas en el Museo del Prado fueron- que se estaban pegando mis amigos mientras.
¡Ay, y con lo del Greco incluido...!
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