La lamparilla, el libro,
la mano en la mejilla, pensarosa;
la redondez de la rodilla tan rotunda,
tan leve la del vientre, y la otra mano
sobre la calavera en su regazo.
¿Acuna
tal vacío, tanta muerte? ¿Espera
que de ahí brote vida?
Ungió al Amor con sus perfumes
y lo enlazó en su cabellera;
cuando murió, le buscó entre las rosas y las lilas
y no pudo tocarle. ¿Acaso
duda ahora? ¿Golpea
por eso sus espaldas,
por si todo fue un sueño solamente?
Vuelve tu rostro, y dime,
Magdalena.
(El tiempo de Eurídice, Valladolid, 1996, p. 112)
Qué curioso, acabo de mencionar a Georges de La Tour en una entrada que saldrá pasado mañana. Hermoso cuadro, hermosísimo texto.
ResponderEliminarGracias por la ilustración
ResponderEliminarAhora la lámina del corcho tendrá texto. Muchas gracias.
ResponderEliminarCon sólo esto que le hubiera leído, ya me tendría en tu club de "jimenezlozanófilos" para siempre.