Era la discreción personificada. Le resultaría bien raro que yo hablara de él aquí: siempre fue un hombre de trabajo callado y trato cercano con personas cercanas, de distancias cortas.
Nació y murió en Santiago, hijo de Álvaro d'Ors, que había venido aquí como Catedrático de Derecho Romano. Javier fue también Catedrático de Derecho Romano. Sobre todo desde su jubilación estuvo trabajando en la preservación del legado de su padre.
Durante muchos años veló por el rigor académico, por establecer un nivel de excelencia que no se podía rebajar. Tenía fama de excelente profesor y también era mítica la dificultad de la asignatura de Derecho Romano, que solamente se podía aprobar dominándola a fondo. Seguramente ese sea su mayor legado académico: con sus esfuerzos estoy seguro de que el derecho en Galicia tiene otro nivel de rigor. Era muy riguroso también en sus publicaciones: repasaba y repasaba. Recuerdo la alegría que le di cuando encontramos en la transcripción de una palabra griega conservada en un papiro una errata que se había mantenido en el manual de Derecho Privado Romano a pesar de las continuas revisiones.
Yo le conocí al llegar a Santiago: yo nunca vi la faceta del profesor exigente, sino la del hombre cordial, atento. Le gustaba que todo siguiera un ritmo, el orden. Se ha muerto en poco tiempo, pillándonos por sorpresa.
Comparto el sentir y concuerdo con tu último párrafo. Qué pena que se perdieran al hombre los alumnos que solo veían al profesor exigente... Un abrazo para todos, Ángel.
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