lunes, 11 de diciembre de 2023

Relectura de El Jarama

Vi que había salido en Cátedra una edición crítica de El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio y me apeteció. Lo había leído la primera vez al comenzar la carrera: hasta hice un artículo en una revista literaria que teníamos. Me acuerdo que puse "goze", una errata que todavía me mortifica. Era un artículo entusiasta. Yo tenía 18 ó 19 años y me debí de quedar pasmado de la eficacia de los diálogos, la vida real que se creaba con ellos, las descripciones de paisaje, siempre originales, sobrias, eficaces.

Ahora, leído el libro otra vez en la benemérita edición de Destino (luego he mirado la edición crítica, un poco cansina, dándole importancia a comentarios chorras de Jordi Gracia y Ródenas o Mainer y gente así) sigo admirado de lo que logró Ferlosio en ese libro, algo enormemente difícil, recoger el lenguaje hablado de la época, los modos de expresión y también los tópicos de conversación, las respuestas prefabricadas, las réplicas descaradas, las quejas. 

Para ello crea un marco, una tarde de verano en la orilla del río Jarama, cerca de Madrid. Hay varios grupos de personas: los veraneantes que van a a pasar el día allí, los dueños y parroquianos de un merendero, las personas que gestionan los acontecimientos finales. Ferlosio los pone a hablar y parece que estuviera con una grabadora. Han pasado casi 70 años y yo he disfrutado recuperando muchos modos de expresión que para mí siguen vivos: "haz [el] favor" (11), "bien y vosotros" (14), "se pone" (="contesta" 16; también en "se pone y que le duele" 119), "la mesa [de] la cocina" (19), "qué curiosito" (23), "decirlas" [hay muchos laísmos] (26), "meticona" (29), "en todavía" (55), "echaremos un pito" (57), "más malo que arrancado" (160), "más sano que sano" (175). Ahí me cansé de copiar, pero he disfrutado mucho, como de volver al pasado, de leer todas esas expresiones. Luego sale una catalana y parece que la estás oyendo: "Ah, mira, esto no quiere decir nada..." (136).

Pero lo que me pareció la clave lo expresa un pastor al final de la novela, hablando de esos veraneantes:

Quieren coger el cielo con las manos, de tanto y tanto como ansían divertirse, y a menudo se caen y se estrellan. Da la impresión de que estuvieran locos, con esas ansias y ese desenfreno; gente desesperada de la vida, es lo que parecen, que no la calma ya nada más que el desarreglo y que la baraúnda (357).

Si algo me ha llamado la atención de esta novela es la tremenda tensión que la recorre: prácticamente todos los personajes más que hablar, se confrontan, más que divertirse, se enfadan porque no se están divirtiendo como esperaban, todo el mundo está como inquieto, a punto de saltar, de enfadarse, de responder con una fresca, de estropear el presunto ambiente idílico que esperaban conseguir.

Creo que es la novela más nihilista que he leído. Me cuesta creer que en esto sea, como sí que lo es respecto al lenguaje o los paisajes, una mera tranche de vie, un trozo de vida: aquí el experimento literario, en el fondo último de la novela, acaba mostrando un mundo sin dios; de haber uno, sería el río Jarama, que se cobra una vida: hay una inquietante dinámica sacrificial ("Lucita es la más inocente de todas", dicen en un momento), que crea una insólita calma al final, como si de tanta tensión entre los personajes se hubiera acabado relajando en un puro agotamiento, pero que no garantiza una paz duradera: es la muerte la que está al fondo y no hay nada más, una vida sin sentido en la que se ansía la diversión y no se logra el reposo.

6 comentarios:

  1. Qué buenos comentarios. Sigo desde hace mucho tiempo el blog, aunque casi nunca comento. El libro el Jarama también me impresionó mucho. Realmente adoro la poesía y la novela española de ese periodo. Gracias por esto. Me gusta mucho en general la literatura de esa época, percibo en ella un esfuerzo intelectual que hoy se ha perdido por completo. Al margen de ideologías, creo que lo que llamaron Edad de Plata debería extenderse al menos hasta los 70, porque sería injusto dejar tantas grandes figuras fuera.

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  2. Magnífico comentario. La inquietud o falta de sosiego de los personajes a que haces referencia, la muerte que está al fondo y la vida sin sentido recuerdan a aquella fábula de Kafka: "—¡Ay de mí! —se dijo el ratón —. El mundo se me vuelve cada día más angosto. A lo primero era tan vasto que me daba miedo; yo corría por doquier, siempre hacia adelante, y me sentí dichoso al atisbar, por fin, lejanos muros a derecha e izquierda: mas he aquí que estos muros se me vienen cerrando tan rápidamente el uno contra el otro que me veo ya en la última estancia; y ahí, en el rincón, está la trampa en la que voy a caer. —No tienes más que volverte —dijo el gato. Y se lo comió" (Kafka).
    Por otro lado, un tema fundamental de El Jarama es la experiencia de desarraigo profundo en el contexto del abandono del mundo del campo (tan querido por Ferlosio, ligado sentimentalmente al campo del tiempo de su infancia en Coria) por el mundo de la ciudad. Es un desarraigo existencial, y entraña también la pérdida de lo que da sentido a la existencia. Este tema está a su manera también en Alfanhuí.
    Por lo demás, es extraño que precisamente el hijo de Sánchez-Mazas (al que Ferlosio debía tantas cosas) sea quien represente de forma tan artísticamente admirable (deslumbrante sin duda) una visión del mundo estrictamente inmanente. Eso sí, supo hacernos ver toda su belleza (que, como decía aquel escudo mobiliario veneciano del que Ferlosio oyó hablar una vez a su padre, resplandece en el momento mismo de consumirse: Splendet dum frangitur).

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    1. En la línea de lo que dices, es interesante que sea el pastor el que da como la sentencia de lo que está ocurriendo con esos personajes desnortados.

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  3. Es una de esas eternas lecturas pendientes que tengo y hace poco tuve en mis manos en la librería esa edición de Cátedra. Cuando baje un poco la pila de libros a lo mejor me lanzo.
    Siempre que se habla de El Jarama se saca a relucir lo de las expresiones populares del momento. Y yo he de decir que muchas de esas expresiones en mi entorno se usan mucho. Y eso que soy de los ochenta. En los años 20 del XXI siguen muy vivas.

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    1. Sí, es una de las cosas que más me sorprendió, la vigencia de la mayoría de las expresiones coloquiales, 70 años después.

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