Junio son exámenes que se van esparciendo por el mes: primero los de final del cuatrimestre, luego los de segunda convocatoria (los alumnos, ignaros, los siguen llamando "de recuperación") del primer cuatrimestre. Por último, los de segunda convocatoria del segundo cuatrimestre. Y los Trabajos de Fin de Grado (los tefegés). Desde el año pasado no corrijo exámenes de Selectividad, menos mal.
A la vez, es el goteo de burocracias varias, las encuestas incesantes de Calidad (sobre la titulación, sobre mi percepción de las asignaturas que he impartido, sobre el programa de doctorado). No he contestado ninguna, que los de Calidad no vivan a costa del tiempo que podría perder con ellos. Para colmo, viene una Comisión de Evaluación Externa de la Titulación a pasar dos días reuniéndose con todo quisque para que todo siga a lo Lampedusa. A mí me afectó porque me pasé dos semanas redactando en parte un documento lleno de "indicadores" que ha acabado ocupando más de setenta páginas, a cuenta de esto.
Los castaños bajando hacia Económicas, repletos de flores alargadas, a punto de pasar a erizos en nada, con olores mareantes: eso es lo que identifico con junio.
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