martes, 13 de diciembre de 2022

Transformación de flores en un tan suave licor de miel

Sigo con fray Luis de Granada, aprendiendo a admirarme de la naturaleza con él, por ejemplo en un capítulo precioso sobre las abejas, su pasmosa organización de gobierno, su riguroso sistema de trabajo y luego la maravilla de la miel. Qué buena comparación hace con los que hacían conservas, qué uso más fino de los diminutivos y qué gran capacidad de admiración y de ver a Dios detrás de todo:

vemos cuántas diligencias y instrumentos se requieren para hacer una conserva de cidras o de limones, o cualquiera otra, porque para esto es menester fuego, y un cocimiento y otro cocimiento, y vasos y instrumentos que para esto sirven, y oficiales diestros en este oficio. Pregunto, pues, agora: ¿Qué instrumentos tiene este animalillo tan pequeño, sino unos pecillos [=piececillos] tan delgados como hilos, y un aguijoncillo tan delgado como ellos? Pues ¿cómo con tan flacos instrumentos y sin más cocimientos ni fuego hacen esta tan dulce conserva y esta transformación de flores en un tan suave licor de miel, a veces amarillo como cera, a veces blanco como la nieve, y esto no en pequeña cantidad (cual se podía esperar de un animalillo tan pequeño), sino en tanta cuantidad, cuanta se saca en buen tiempo de una colmena? ¿Quién enseñó a este animal hacer esta alquimia, que es convertir una sustancia en otra tan diferente? Júntense cuantos conserveros hay, con toda su arte y herramienta y con todos sus cocimientos y conviértanse las flores en miel (cap. XX, p. 200). 

1 comentario:

  1. Estoy trabajando con divesas homilías sobre Génesis para ver cuál era el discurso de los Padres sobre la relación del hombre con los animales. Es sorprendente la delicadeza, la humanidad y la admiración con la que tratan a todas las criaturas. Ven en ellas, efectivamente, la obra de las manos de Dios que han moldeado también al hombre con amor. Fray Luis de Granada sigue esta misma línea. Qué hermoso.

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