Don Luis Frigola falleció el viernes. Llegó a Santiago hace una década. Pienso que deja una huella muy grande, de sacerdote volcado en administrar los sacramentos y volcado en la dirección espiritual. Siempre estaba dispuesto a oír una confesión y a escuchar con calma a alguien. Amaba la Santa Misa y tenía esa grandeza sacerdotal de saberse de un modo muy intenso un intermediario entre Dios y los hombres: se iba cargando de intenciones que le iban pasando de todas partes y se las transmitía con urgencia al Señor.
Era catalán a más no poder, gerundense. Sufrió muchísimo durante todo el Procès. En el se cumplía el tópico del olfato del dinero, porque sabía pedir a quien tenía (no a los ricos; suya es la frase: rico es el que no da) para darlo a los que lo necesitaban. Presumía de hablar catalán mucho mejor que los de Barcelona.
Seguramente lo que más se recuerde de él sea su afán de encontrar vocaciones sacerdotales. Supongo que si se hace una historia de la iglesia en España en los últimos cincuenta años, debería aparecer, como rara avis, porque hizo lo que no hicieron tantos otros. Tengo la sensación de que Cataluña estaría todavía peor si él no hubiera puesto el alma en buscar candidatos al sacerdocio. Parece que se las tuvo tiesas con más de un obispo. Estos últimos años venían a visitarle curas que él había formado y se llevaba con ellos grandes alegrías.
Tenía historias muy graciosas de viajes por el mundo con seminaristas, en las Jornadas Mundiales de la Juventud. A Denver fueron en un avión de carga, casi polizones. Consiguieron que les recibiera Juan Pablo II.
De la mili contaba desastres graciosos: en general, se presentaba como un rompetechos con caradura. De jovencito tuvo sus puntos rebeldes, en la Facultad. Estuvo implicado en algo de la Capuchinada. Su padre fue represaliado por el bando nacional; era chófer, creo, de algún dirigente socialista.
El se hizo del Opus Dei en la Universidad. Vivió en Roma, muy cerca de san Josemaría, trabajando en la secretaría en torno a él: daba la impresión, por lo que contaba, de estar ante él como atolondrado, pero en todo caso tuvo una relación de mucha confianza, muy cercana con san Josemaría, al que quería muchísimo.
Era asombroso su esfuerzo para apuntar las fechas significativas (o incluso las que a mí me parecían banales) y recordárselas a quien las celebraba. Dos personas me contaron estos días que se dieron cuenta de que algo iba mal porque él no les había felicitado, ahora que ya estaba tan mal.
Había sido un fumador compulsivo. Dejó de fumar por obligación médica, pero nunca perdió el amor al aroma del tabaco. Estos dos últimos años sufrió mucho, por diversas enfermedades. Dios lo probó al final con una inmovilidad grande, que era lo contrario de su espíritu independiente, emprendedor, gestor.
Dios le dará un cielo muy grande.
Muy agradecido por este recuerdo de Mn Lluís seguro que lo encontramos en el cielo.
ResponderEliminar¡Cuánto me ha gustado este post! ¡Y qué certero me parece! Me he emociado leyéndolo. Muchas gracias al autor. Muchas. Hasta la fotografía me parece que recoge muy bien su forma de ser: de grandes vuelos y disfrutón a la vez. Mucha pena por su marcha. Y mucha alegría a la vez: ya descansa de tanto sufrimiento. Muchos le vamos a echar mucho de menos.
ResponderEliminarMuchísimas gracias por este “pequeño” homenaje a un cura tan grande. Cuánto nos enseñó y cuánto nos hizo gozar a los que pudimos estar con él y disfrutar de su persona. Doy gracias a Dios por su vida, por su sacerdocio y por el ejemplo de su entrega. Que desde el Cielo siga trabajando, como él sabía hacerlo, para que Dios mande muchísimas vocaciones a la Iglesia y a la Obra.
ResponderEliminarD.E.P. Un sacerdote maravilloso con muy buen humor y a quien muchos otros sacerdotes agradecen que los ayudase a discernir su vocación.
ResponderEliminarJavier Vicens
Tuve la fortuna de vivir y trabajar con él en Barcelona con otros sacerdotes y le doy gracias a Dios por todo lo que aprendí de su buen hacer. Que el buen Dios le colme de felicidad sin fin
ResponderEliminarSoy un afortunado,tengo un amigo en el cielo,ni más ni menos,menudo embajador.
ResponderEliminarTengo un amigo en el cielo,ni más ni menos,menudo embajador
ResponderEliminarUn sacerdote santo que sabía comprender, ayudar y amar. Lo sigue haciendo desde el Cielo.
ResponderEliminarGràcies a ell cada dia tic més a tocar al "jefe" i a la "jefa".No oblidaré mai aquell "Dona, no vols dir que potser ho estàs fent al revés? Apropa't!; per poder creure-hi cal apropar-se.!" Gràcies "Luisito"... I... visca l'Espanyol! 😉
ResponderEliminarSimplemente y de forma llana un crack.!!En el trato durante más de 20 años no he encontrado nada que no esperara de un Santo. Un Santo de lo ordinario, dentro de lo extraordinario de la vocación sacertotal.
ResponderEliminarQuerido D. Luis, muchas gracias por todo lo que ha hecho por mí y sobre todo por su labor callada y discreta. Dios quiera que nos veamos pronto. Le quiere, Pablo Casas
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