Yo nunca he llegado a decir que no leería más ficción. Simplemente casi no la leo porque se me hace cuesta arriba, pero hay escritores que no, por ejemplo Isaac Bashevis Singer.
Acaba de salir un librito, Una ventana al mundo, con seis relatos inéditos. Me han durado menos que un caramelo a la puerta de un colegio, que es como nos explicaba el profesor de matemáticas en segundo de BUP la fórmula de 1 partido por infinito: un caramelo chupado por infinitos niños que acabaría desapareciendo, dando cero.
Este libro, poco más de cien páginas, son seis relatos, situados la mayoría en Polonia, al menos mentalmente. Hay uno en Miami, otro en Nueva York, pero todos casi acaban en ese mundo de la infancia del autor y en torno a la pregunta por la teodicea, en un mundo que pasó del judaísmo jasídico a la revolución rusa y donde el sufrimiento llegó a extremos nunca vistos.
Hay cuentos de argumento desolador, pero todos me consuelan leyéndolos. En la web de amazon podéis leer el primero, sobre un estalinista ortodoxo que nota, solo en la habitación del hotel, en medio de un Congreso del Partido, que alguien le tira de la manta de la cama. El último cuento, Job, es el relato de las penas de otro de los que se echaron en brazos del comunismo, que pasa por todas las fases de sufrimiento disponibles en la primera mitad del siglo XX, hasta llegar a Estados Unidos. Hay uno de un judío ortodoxo que convive con un refugiado que reniega de Dios y de toda humanidad: es tremendo e impresionante.
No sé que es lo que hace distinto Singer: la sencillez de su forma de relatar, el interés de lo que cuenta, la viveza con que lo cuenta, que siempre estén las grandes cuestiones al fondo, que no desprecie a ningún personaje, quizá eso sea lo definitivo.
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