Leí a la vez Ejercitación del cristianismo, de Kierkegaard y las Cartas a mi novia de Léon Bloy; la novia es Jeanne Molbach, danesa a la que se encontró providencialmente; ella acabó haciéndose católica y se casaron: un milagro y la mayor muestra de cariño de Dios a Bloy, ese milagro de que la conociera, tras una vida previa llena de errores, búsquedas y traspiés.
Pasados los años, ya casados, vivirán dos años los Bloy en Dinamarca, que él describe en sus diarios como un horror de hipocresía. Se me ha pasado por la cabeza que los dos, Kierkegaard y Bloy, habrían podido tener conversaciones encendidas y creo que con gran sintonía de fondo: Kierkegaard habría encontrado mucho en Bloy, la verdad de lo católico.
Curiosamente, Kierkegaard fue a clases de poesía de Christian Molbach, el padre de la mujer de Bloy (el mundo es un pañuelo):
Aquí tenéis un texto de Kierkegaard que me recuerda mucho también a la vida de Bloy:
Yo no encontraba ningún convento donde poderme refugiar, buscando un contorno que de alguna manera correspondiese a mi ocupación interior. Por eso escogí la única salida que quedaba para mí en la cristiandad: el aparecer como el más superficial de todos, el "hacerme un loco en el mundo", para en este serio mundo poder, sin embargo, salvaguardar al máximo lo que ocultaba en mi interior más intimo, un poco de seriedad, y para que esta interioridad pudiera conseguir la paz del ensimismamiento para crecer en silencio. Viviendo de este modo, he aprendido, cabe la vacua superficialidad y satisfecha confusión de los hombres, lo que quizá así se pueda aprender mucho mejor que en el desierto y en el silencio de la noche; con esta vida en medio del tumulto humano, con esta, si se quiere, falsa vida- pues en verdad yo ocultaba otra cosa en mi interior más intimo, mas lo que yo ocultaba era lo mejor, y nunca jamás he engañado de forma que me haya hecho mejor de lo que era-, con esta vida en medio del tumulto humano, aprendí a comprender la tremenda verdad de que el rigor es lo único que puede ayudar.
Ésta ha sido mi arma. Mas yo no tengo ningún poder, ni de soldados ni de otra especie; no tengo ninguna relación de poderío, absolutamente ninguna influencia o poder sobre el destino de los demás; soy entre todos el más solitario y, entendido mundanamente, el más impotente. (226)
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