Coincidió que tradujimos, en la fascinante asignatura que estoy pudiendo dar sobre griego de la koiné, el pasaje de la traducción griega de los Setenta sobre "el quedarse" Jacob la primogenitura y que justo el domingo siguiente se leyese en Misa la parábola del hijo pródigo.
En el episodio del Génesis, Esaú, el hermano mayor, se ha ido de caza para matar un animal y hacerle un guiso a su padre Isaac, que le va a bendecir con la primogenitura, pues está ya muy anciano, ya ciego. Es el momento que aprovecha la madre, Rebeca, para ponerle ella a Jacob el manto (στολήν / stolam) de su hermano Esaú, cubrirle los brazos y el cuello con pieles de cabrito y hacer que le lleve la carne ya cocinada por ella. El padre, Isaac, oye la voz del hijo pequeño, pero nota el olor de la túnica y toca lo que cree brazos peludos de su hijo mayor. A Jacob, que ya era legal poseedor (aquella vez en que se la cambió Esaú por un plato de lentejas), le bendice su padre entonces con la primogenitura, en unos versos preciosos.
Y nos parece a nosotros, tan legalistas, un poco timo todo. Es, como el pasaje del sacrificio de Abraham con Isaac, difícil de comprender en sí mismo, pero lo mismo que el de Abraham solo se entiende respecto a Cristo en la cruz, me pareció que se podía iluminar este con la parábola del hijo pródigo: cuando el padre de la parábola recibe a su hijo descarriado, lo primero que hace -es lo que descubrí- es ponerle una túnica, en concreto la mejor (στολὴν τὴν πρώτην / stolam primam), un anillo y sandalias y ordena matar el novillo cebado. El hijo mayor está en el campo y cuando llega se encuentra "todo el pescado vendido" y se enfada: el padre le explica que "todo lo mío es tuyo" y que debería alegrarse por su hermano.
El episodio del hijo pequeño, Jacob, sería entonces una prefiguración de nosotros, colados en la fiesta con la túnica del hermano mayor. Mejor todavía, con la túnica inconsútil de la que fue despojado Cristo al ser puesto por nosotros en la Cruz. De hecho, ahora nos hemos de revestir de Él, dice san Pablo: ἐνδύσασθε τὸν κύριον Ἰησοῦν Χριστόν / Induimini Dominum Jesum Christum (Rom 13.14).
Y qué le llevan al Jacob anciano, que prefería a sus hijos pequeños: la túnica que era lo único que (supuestamente) había quedado de su hijo José:
Qué; ¿estoy para encerrar o esto tiene algún fundamento?
A mi me parece que has descubierto un hilo interpretativo fascinante. A ver hasta dónde puede llevar. Los paralelismos están ahí... Cuesta pensar que el hermano mayor de la parábola sea Jesús y que esté celoso de nosotros pero eso también tendría su cierto sentido. Genial. Enhorabuena.
ResponderEliminarEse es el punto débil, claramente, pero es lo que señalas: "un" hermano mayor se "tiene que" enfadar: Jesús, como se dice varias veces en el Nuevo Testamento, "se entregó" por los hombres: es el hermano mayor perfecto, que hace herederos a todos los hermanos menores (que no se lo merecían).
Eliminar¿Y si el hermano mayor es el pueblo elegido?
EliminarAhí nos metemos en todo lo que dice san Pablo: tremendo misterio ese.
EliminarA mi entender, Jacob es prefiguración de David (el más pequeño de los hermanos) y, a través de él, sombra de Cristo. Desde otro punto de vista, Jacob representa a los gentiles que toman el relevo de los judíos como descendencia lícita de Abraham y herederos del Padre.
ResponderEliminarSí, sí, también me parece a mí que es así
EliminarMe parece una cadena de comentarios muy bonita; si fueseis biólogos os diría que escribieseis un artículo, pero no sé qué se estila por vuestros lares...
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