lunes, 21 de junio de 2021

Rozarse con la filosofía alemana

A mí la filosofía alemana del siglo XX me queda muy grande, pero me paseo por las biografías con gusto. Disfruté mucho con la más recomendada de Wittgenstein en aquellos días del covid del año pasado. Hace unas semanas alguien habló de Tiempo de magos. La gran década de la filosofía 1919-1929, de Wolfram Eilenberger y me apeteció leerlo. Justo por ahí salió una entrevista en El País porque acaba de sacar otro libro: el titular estaba pensado para desanimarme a mí en concreto, pero preferí ignorarlo. 

El libro me ha gustado. Pone como marco la disputa entre Heidegger y Cassirer en Davos en 1929 y habla también de Wittgenstein y Walter Benjamin. Los cuatro me interesan: le tengo mucha simpatía a Wittgenstein, como maestro de niños, como arquitecto, como filósofo a su pesar. Benjamin siempre lo he visto citado cuando alguien quiere decir algo sobre fotografía con grandilocuencia; también me da pena su muerte junto a la frontera de España. De Cassirer no sabía nada y ahora me cae bien, el pobre, cerca de Warburg y ese mundo de la erudición multidisciplinar. Heidegger me caía mal y me cae ahora todavía peor; así me muevo yo por la filosofía, como las fans por las telenovelas turcas.

No me meteré en detalles, para que no se me note el pelo de la dehesa. Es una época fascinante, trágica, tremenda, profundamente desorientada. Es el mundo de La montaña mágica de Thomas Mann. 

Ya digo, el libro me ha gustado. No voy a leer Ser y tiempo, no, para qué. 

3 comentarios:

  1. En su encuentro/debate en Davos, Heidegger, a ojos de la mayor parte de la audiencia, quedó muy por encima de Cassirer: interesó a los jóvenes ofreciendo algo novedoso, si bien era difícil saber cuántos le entendían. En eso pasa como con Wittgenestein: ¿cuántos de su círculo de adoradores en Cambridge le entendían?. Sabemos que Russell, que fue su principal valedor, no.
    Al contar lo de Davos se suele hablar del neokantianismo (¿o neokantismo?) de Cassirer un poco como aquí hablaban del neoescolasticismo de los profesores de la universidad de los 60 cuando querían minusvalorarlos por comparación con algún extranjero.
    Cassirer dirigió la tesis a Leo Strauss, quien, a pesar de las tonterías y mentiras que se siguen diciendo sobre él, sigue siendo enormemente influyente.
    Hoy para que te publiquen un libro hay que decir que da argumentos contra la extrema derecha y cosas así, eso ahora es la Zeitgeist. Pero ambos libros de Wolfram Eilenberger deben de estar bien si son entretenidos, porque tratan de algunos de los pensadores más influyentes del siglo XX, y siempre está bien saber de dónde vienen las cosas.
    De Heidegger decía Borges que había creado un nuevo dialecto del alemán, por lo fácil que es entender lo que dice.

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    1. Muy interesante lo que dices. A mí me ha quedado tras leer el libro una simpatía por Cassirer frente a Heidegger, sobre todo por la conexión con Warburg y ahora por enterarme de que dirigió la tesis a Strauss: qué mundo más apasionante el germánico de los primeros treinta años del siglo XX, que por otro lado me pilla en buena parte muy lejos de mi línea habitual, que es la de Guardini, Dietrich von Hildebrand o Pieper, que supongo que destacan más bien después.

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    2. Sí, debe de haber sido una época tremenda, ¡y la verdad es que lo mismo estaba sucediendo en ciencia!: Wittgenstein estaba interesado en matemáticas, a Gödel se le considera el lógico más importante después de Aristóteles; Einstein, Heisenberg, Schrödinger y compañía cambiaron la física radicalmente. Y en esa sociedad nació el nazismo. Esa es una verdad que quien quiera defender los beneficios de una educación para hacer mejores ciudadanos no puede dejar de considerar.

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