La Cantata 147 es de las más famosas: acaba con el Jesus bleibet meine Freude, nada menos. Pero por el camino, qué de maravillas, como desde 6:11 el contratenor dialogando con el oboe o el aria en 11:30 de la soprano:
En las Solovki un día oye Florenski en la radio un concierto:
era una obra compleja y muy pura, de gran maestría, pero, en esencia, primitiva y bastante pobre. Se me ocurrió compararla con el cincelado de la plata o la talla de la madera de un notable artesano del siglo XVII.
Lo que estaba oyendo era el primer concierto de Hamburgo. Continúa:
Bach siempre me ha parecido un artesano. No debes entender esta palabra en sentido peyorativo. Siento una gran estima y admiración por los artesanos, sobre todo los antiguos; y diré más, me gustaría ser un artesano. Pero para eso hay que tener una constitución espiritual muy particular. (...) [La de Bach es una] maestría sin arrebato ni inspiración, o, mejor dicho, sin una inspiración momentánea; un trabajo que el maestro puede comenzar e interrumpir en cualquier momento sin menoscabo de la obra.Probablemente se trata del tipo más saludable de labor creativa, pues fluye en todo momento por cauces definidos, sin sufrimientos, sin búsquedas, sin romanticismo, sin lágrimas y sin éxtasis, con una tranquila serenidad en la propia mano, que sabe por sí misma lo que debe hacer. Es genial, pero sin el menor estremecimiento (...) Esta maestría despreocupada está infinitamente lejos del espíritu de nuestra época, donde todo se basa en la sinceridad dolorosa y el desconcierto o bien en el deseo de crear algo distinto de lo que han hecho otros; de ver, aturdir, golpear y, en medio de ese terror, poder seguir como por casualidad un camino ya trazado por otros.(...) Bach (....) no teme la repetición, ni en sí mismo ni en los demás. Crea su sólida mercancía, convencido de su excelente calidad, seguro de que el cliente quedará satisfecho. (...) Es el extremo opuesto de Beethoven (para hablar de grandezas más o menos parejas) (263-4).
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