A mí Carpaccio me sonaba sólo porque lo citaba Ramón Gaya. En Milán pude ver por primera vez un cuadro suyo, este de la Presentación de la Virgen:
Este detalle es mío:
Otro cuadro suyo, la Disputa de san Esteban en el Sanedrín tiene también arquitecturas de esas que a la gente le encanta encontrar en el Bosco.
A la izquierda está la pirámide de Cayo Sestio, en Roma, bueno, una reinterpretación fantasiosa:
La galería de retratos está muy bien:
Pues justo una postal de ese cuadro le mandó Gaya a un amigo.
Yo le iba haciendo fotos a algunos cuadros, por ejemplo a este de Cima de Conegliano, tan pulido. Ahora que lo he estado mirando, pensando que era otra Sacra Conversazione, esas escenas de santos en relación (en este caso san Pedro de Verona o San Pedro Mártir -que está por todas partes en Italia en una tríada de dominicos con santo Domingo de Guzmán y santo Tomás de Aquino- con san Benito -el que puso la pasta para el cuadro se llamaba Benedetto, that's why- y san Nicolás de Bari -supongo que porque era de Bari) entre ellos, en el cielo y caí en la cuenta que es lo que pasa con los retablos españoles, para los que no existe en Italia nada parecido: convirtieron en arquitecturas lo que en Italia eran sólo pinturas: una ventana al cielo como palacio con estancias ocupadas por los santos.
Bueno, pues aquí tenéis al pobre san Pedro Mártir, al que ya veis de qué terrible modo mataron:
Nos paramos también ante este cuadro tan delicado, que resultó ser de Bergognone. Es apabullante ver cómo hay miles de pintores buenísimos de los que no sabía uno nada. Es la Virgen del Velo y el velo casi ni se ve en la foto, de tan delicado.
El que nos hizo mucha gracia fue Carlo Crivelli, que en su afán de realidad le puso a san Pedro unas llaves de madera de verdad:
Mirad qué llaves:
El tío ya veis que se lo curraba, quizá un poco demasiado:
Esta Virgen también es de Crivelli, Mirad cómo se esfuerza por lograr abajo la ilusión de realidad:
Como demasiado, ya digo, pero el pobre Crivelli me cae bien, en ese afán de pasmarnos con su pericia. Yo me pasé el mes en Italia viendo esas guirnaldas de frutas de arriba en varios sitios y acordándome de cómo las usó nuestro Andrade, pero dos siglos después, por todo Santiago.
Este detalle es mío:
Otro cuadro suyo, la Disputa de san Esteban en el Sanedrín tiene también arquitecturas de esas que a la gente le encanta encontrar en el Bosco.
A la izquierda está la pirámide de Cayo Sestio, en Roma, bueno, una reinterpretación fantasiosa:
La galería de retratos está muy bien:
Pues justo una postal de ese cuadro le mandó Gaya a un amigo.
Yo le iba haciendo fotos a algunos cuadros, por ejemplo a este de Cima de Conegliano, tan pulido. Ahora que lo he estado mirando, pensando que era otra Sacra Conversazione, esas escenas de santos en relación (en este caso san Pedro de Verona o San Pedro Mártir -que está por todas partes en Italia en una tríada de dominicos con santo Domingo de Guzmán y santo Tomás de Aquino- con san Benito -el que puso la pasta para el cuadro se llamaba Benedetto, that's why- y san Nicolás de Bari -supongo que porque era de Bari) entre ellos, en el cielo y caí en la cuenta que es lo que pasa con los retablos españoles, para los que no existe en Italia nada parecido: convirtieron en arquitecturas lo que en Italia eran sólo pinturas: una ventana al cielo como palacio con estancias ocupadas por los santos.
Bueno, pues aquí tenéis al pobre san Pedro Mártir, al que ya veis de qué terrible modo mataron:
Nos paramos también ante este cuadro tan delicado, que resultó ser de Bergognone. Es apabullante ver cómo hay miles de pintores buenísimos de los que no sabía uno nada. Es la Virgen del Velo y el velo casi ni se ve en la foto, de tan delicado.
El que nos hizo mucha gracia fue Carlo Crivelli, que en su afán de realidad le puso a san Pedro unas llaves de madera de verdad:
Mirad qué llaves:
El tío ya veis que se lo curraba, quizá un poco demasiado:
Esta Virgen también es de Crivelli, Mirad cómo se esfuerza por lograr abajo la ilusión de realidad:
Como demasiado, ya digo, pero el pobre Crivelli me cae bien, en ese afán de pasmarnos con su pericia. Yo me pasé el mes en Italia viendo esas guirnaldas de frutas de arriba en varios sitios y acordándome de cómo las usó nuestro Andrade, pero dos siglos después, por todo Santiago.
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