lunes, 13 de mayo de 2019

Tratado de la eterna juventud


Este libro entra por los ojos, porque la portada es un cuadro y la tipografía, elegante y eficaz, y por las manos, porque está impreso con muy buen papel. Todo ello contribuye a apreciar mucho mejor el texto, porque resulta que es un gran libro. Yo me metí en él con ignorancia total de a qué género pertenecía, si era novela, ensayo o memorias. Cuando empecé a leer, primero me pareció todo un muy inteligente recurso de contextualización biográfica de unos fragmentos de poesía bastante hermética. Luego todo fue encajando, la novela o relato memorialístico se centra en recuerdos de juventud de Granada, vistos desde Sevilla, un episodio de amor de una delicadeza extrema que se intenta recuperar cuando ya no es posible hacerlo ahora: es nostalgia de un amor ideal, es un intento de volver al romanticismo desde la realidad, el riesgo del paganismo en el cristianismo.
Un gran libro, lo he disfrutado una barbaridad. Me recuerda de algún modo esas novelas breves de aire centroeuropeo, con análisis psicológico, añoranza del pasado, reflexiones filosóficas y hasta actualidad, la del profesor no del todo cómodo en la situación actual. Nada me sobra del libro, los poemas recuperados contribuyen a la profundidad del recuerdo, la organización de los capítulos está al servicio de intentar expresar algo muy bonito, el lamento por la tentación y el testimonio de la renuncia a un supuesto amor romántico que se percibe en su realidad de imposibilidad.
Es una gran novela, la portada también juega un papel: el autor, el prologuista, la delicadeza de la viñeta en negro y rojo, hasta el curioso título, de más fondo de lo que parece.

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