No ha sido menor la alegría de ver cómo se enfada Newman, el ahora Beato Newman y dentro de poco San Juan Enrique Newman. Por ejemplo, lleva muy mal que en la estafeta de Nápoles no le quieran dar cartas de su familia y amigos:
Y los desgraciados de Correos, adonde he ido ya cinco veces, la mayoría porque ellos me han dicho que fuera, no se han dignado mirar si me han llegado tus cartas [está escribiendo a su hermana Harriet], aunque estoy seguro de que han llegado (223).
Los desgraciados de Nápoles no te dan ni una sola carta que se mande allí. Lo mismo da tirarlas a la bahía que mandarlas a la estafeta de correos (260).A[l futuro] san Juan Enrique Newman Nápoles le probó los nervios:
En Nápoles te extorsionan, sopla viento a todas horas, está siempre lloviendo, las calles son muy peligrosas por lo grasientas que están (a pesar de la lluvia); siempre te pasan por encima; hay chicos rateros que te asaltan los bolsillos (a Froude le quitaron dos pañuelos, yo pillé a 3 o 4 ladrones) y las montañas de alrededor son feas y chatas.Y de política inglesa dice en otro momento:
En absoluto puedo ufanarme de haber obtenido el don de juzgar con frialdad, y leyendo los periódicos de principios y mediados de febrero [esto lo escribe el 9 de marzo de 1833], odio a los whigs (cristianamente, claro, como dice Rowena [un personaje de Ivanhoe]) con más rabia que nunca (258).Qué bien, verle así, me consuelo de lo mío, aunque sea este consuelo mío muy tonto. Ya le podría imitar en todo lo demás también.
«Odio X, cristianamente, claro, como dice Rowena» es una frase impagable, que haré mía si la memoria no me deja en la estacada.
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