Me voy encontrando erizos en los santos del siglo XVI: en san Juan de Ávila el erizo somos los hombres en cuanto pecadores. En este pasaje del Libro de las Moradas de santa Teresa es el meterse en oración. Está explicando cómo el alma «entra dentro de sí y otras veces se sube sobre sí» (Moradas cuartas, capítulo tercero) y que eso es una llamada del «silbo del pastor»:
Visto ya el gran Rey que está en la Morada de este castillo su buena voluntad, por su gran misericordia quiérelos tornar a Él y como buen pastor, con un silbo tan suave que aun casi ellos mesmos no lo entienden, hace que conozcan su voz y que no anden tan perdidos, sino que se tornen a su morada; y tiene tanta fuerza este silbo del pastor, que desamparan las cosas esteriores, en que estaban enajenados, y métense en el castillo (...). algunas veces antes que se comience a pensar en Dios, ya esta gente está en el castillo, que no sé por dónde ni cómo oyó el silbo de su pastor, que no fue por los oídos, que no se oye nada, mas siéntese notablemente un encogimiento suave a lo interior, como verá quien pasa por ello, que yo no lo sé aclarar mejor; paréceme que he leído que como un erizo o tortuga cuando se retiran hacia sí.
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