Ha salido una traducción de C. Cabrillana de cartas latinas («cartas» en sentido público, es decir, ensayos más o menos largos dirigidos a un interlocutor primario, pero además a un público amplio) de santo Tomás Moro. Yo he empezado por la más corta, dirigida a los sabios de Oxford, a los que afea con gran respeto (son sus maestros, estudió allí) que hayan formado un grupo, llamado «los troyanos», para resistirse al griego en la Universidad y más en concreto al griego en los estudios teológicos.
Es una carta excelente, en la que va modulando el tono, desde el respeto del alumno al principio hasta una sátira muy graciosa contra un predicador que convirtió un sermón en una defensa de ese troyanismo. Os pongo un pasaje especialmente interesante, porque parte de que conocer las letras profanas no es estrictamente necesario (y algo que se olvida ahora: que una persona sin estudios puede salvarse; eso que llama la «virtud ruda e iletrada», que no es un término en absoluto negativo), pero sí para los que estudian en la Universidad:
En lo que se refiere al aprendizaje de las letras profanas, aunque nadie niega que pueda uno salvarse sin ellas, o sin otro tipo de estudio, sin embargo, el conocimiento, incluso de lo que él llama profano, prepara el alma para la virtud. Sea como sea, nadie duda ciertamente de que el estudio de las letras es una razón, si no la única, por la que se viene a Oxford, puesto que cualquiera buena mujer podría ella misma enseñar a sus hijos en casa - y no con mal resultado- la virtud ruda e iletrada; además, nadie viene a vosotros con la sola intención de estudiar teología; algunos deben estudiar también leyes. Ha de conocerse además la prudencia de los asuntos humanos, algo que hasta tal punto no es inútil para el teólogo que quizá sin ella podría cantar dulcemente para sí, pero canturrearía desentonadamente para el público; esa pericia no sé si se puede beber más abundantemente que de los poetas, de los oradores y de los historiadores (123).
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