Pensaba que tendría que esperar varios meses más, pero se abrió una ventana de oportunidad y la aproveché: estuve viendo el Pórtico durante una media hora, el mismo Pórtico de siempre, ahora más limpio, más claro quizá, con partes en que se ve mejor el color (y otras en las que rechinan más los repintes posteriores, sobre todo en algunos mofletes), pero el mismo Pórtico que me he perdido durante diez años (también lo visité en 2010 y otra vez, creo). Si me paro a pensar en frío, me alegro de que todo ello haya llevado a un arreglo a fondo de toda la Catedral.
El precio de diez años de cierre ha sido excesivo. El cierre efectivo y selectivo que vamos a padecer a partir de ahora me cuesta sobrellevarlo: yo quería que se pudiera deambular por allí, como fue pensado, impidiendo a los tocones manosearlo, claro, pero sin poner más barreras que las mínimas necesarias.
Ahí estaba el Cristo en majestad, con esa serenidad y esa grandeza que no he visto en muchas otras representaciones suyas, con los pies (me fijé) como sobre una especie de capitel corintio, sobre hojas que está aplastando.
El precio de diez años de cierre ha sido excesivo. El cierre efectivo y selectivo que vamos a padecer a partir de ahora me cuesta sobrellevarlo: yo quería que se pudiera deambular por allí, como fue pensado, impidiendo a los tocones manosearlo, claro, pero sin poner más barreras que las mínimas necesarias.
Ahí estaba el Cristo en majestad, con esa serenidad y esa grandeza que no he visto en muchas otras representaciones suyas, con los pies (me fijé) como sobre una especie de capitel corintio, sobre hojas que está aplastando.
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